Antonio, poco a poco, va haciéndose más osado ante su madre
Leer más: En Pandemia (4)Alba durmió plácidamente toda la noche. Cuando abrió los ojos por la mañana lo primero que notó fue el agradable olor a café recién hecho. Se giró en la cama y comprobó que Julián ya se había levantado.
Se estiró y se levantó. Tenía ganas de orinar. Seguía tal y como se había dormido. Solo con el sujetador puesto, y nada más. Vio el vestido que había llevado el día anterior y se lo puso. Buscó en la cómoda unas bragas pero cuando fue a ponérselas recordó lo que le había pedido Antonio y las volvió a dejar. Se puso las zapatillas y salió en dirección al baño.
Antonio estaba en su cuarto, con la puerta casi cerrada, abierta solo ligeramente para poder ver el pasillo. Sabía que su padre estaba en la cocina y que su madre aún dormía. Cuando la vio salir de su cuarto y dirigirse al baño, esperó unos segundos y la siguió. Cuando llegó a la puerta, miró hacia la cocina, comprobó que su padre seguía allí, entró al baño y cerró.
Alba estaba sentada, orinando cuando vio como su hijo entraba y cerraba la puerta. Se le cortó el chorro. Y se estremeció cuando vio como Antonio se sacaba la polla y se acercaba a ella.
Iba a decirle que no, que estaba loco, que su padre estaba ya despierto, que los iba a descubrir, pero no pudo decir nada. Antonio la cogió por la cabeza, la hizo agachar y le metió la polla en la boca. Resignada, sin poder mirarle a los ojos como a él le gustaba debido a la postura, empezó a mamar.
-Me puso muy cachondo oír como te follaban anoche – le dijo Antonio, sosteniéndole la cabeza con una mano y moviendo las caderas, follándole la boca.
Albo notó como su coño se mojaba, y no era por la orina. Era el sentir la boca llena de aquella dura verga. Notarla salir y entrar de su boca.
-No entiendo como ese tonto no se dio cuenta de que tenías el coño lleno de leche de otro mientras te follaba. Creo que a partir de ahora los sábados van a ser así – exclamó el joven entre jadeos de placer.
La mujer se estremeció al oír aquellas palabras. Estaba sentada en el baño de su casa, siendo follada por la boca por la dura polla de su hijo, a escasos metros de su marido ajeno a todo aquello, pero que en cualquier momento podría ir al baño y sorprenderlos. Aunque Antonio había tenido la precaución de cerrar con llave no sería sencillo explicar que hacían los dos encerrados en el baño.
Lo que más sorprendió a la mujer fue que todo eso, además de asustarla, la encendía, la excitaba sobremanera. Se sentía totalmente entregada a los deseos de su hijo, del que no obtenía más que placer. Complacerlo era su mayor gozo. Disfrutó un par de minutos de la verga que invadía su boca. Notó el sabor del líquido pre seminal que destilaba de la gruesa cabezota de la polla que casi llegaba a su garganta, aunque si provocarle ninguna arcada.
El cuerpo de Antonio se empezó a tensar. El placer que se avecinaba también se reflejó en el rostro del joven, el cual se empezó a crispar. Alba notó perfectamente como la barra de su boca empezaba a tener espasmos. Sabía lo que eso significaba, así que se preparó para empezar a tragar cuando la catarata de espeso semen se disparara en su boca.
-Aggg… dios… – gimió Antonio al borde del orgasmo – ¡Qué guapa estas… con mi polla… en tu… boca…! Pero te voy a… dejar…más…gua…
No pudo terminar la frase. Su cuerpo se tensó de pies a cabeza, pero pudo sacarle la polla de la boca a su madre, agarrársela y apuntar hacia el bello rostro que le miraba. Sabiendo lo que él deseaba, Alba levantó el cuello y se ofreció, pegando su espalda la fría cerámica del inodoro.
El orgasmo fue intenso, arrollador. La enorme y abundante corrida baño el sereno rostro materno. Al estar ella sentada y más alta que otras veces, algunos chorros impactaron en su cuello, en su escote, entre los pechos, hasta en el vestido. Incluso parte cayó sobre la falda arremangada y los muslos. La mayor parte fue a la cara, bañando las mejillas, la frente, la barbilla. Los últimos chorros, los más flojos, los depositó sobre los labios. Alba sacó la lengua para recibirlos, abriendo los ojos y mirando a su hijo.
-¡Qué hermosa eres! – susurró el muchacho con admiración.
Alba, sonrió y tragó
-Será mejor que te vayas, no se le vaya a ocurrir a tu padre venir – le dijo, hablando bajito.
-¿Qué pensaría él si ve a su mujercita así, con la cara y el vestido llenos de leche?
-No sé. No creo que ni siquiera alguna vez lo haya llegado ni a imaginar.
-Pues yo no hago más que imaginarme cosas – le dijo Antonio, mirándola fijamente a los ojos con una enigmática sonrisa que hizo estremecer a la mujer.
-Vete – le dijo, dándole un cariñoso empujón.
Antonio se guardó la polla, llegó a la puerta, la abrió con cuidado y salió del baño. Antes, le echó un último vistazo a su madre. Seguía sentada. Y estaba, de verdad, preciosa. El cabello revuelto, cubierta de semen. Se dedicaron una última sonrisa.
Alba sentía la cara caliente, el olor y el sabor del semen. El coño le palpitaba. Pero no podía seguir así, manchada. Se levantó y en ese momento se abrió la puerta del baño. Tuvo la sangre fría de darse la vuelta y darle la espalda a Julián.
-Ah, estabas aquí – dijo él
-Sí – consiguió articular la mujer. Voy… a darme una ducha.
-Vale. Hice café… pero me estoy meando.
Siempre dándole la espalda, Alba se apartó para que él pudiese hacer pis. Pensó a toda prisa como salir de aquella peliaguda situación. Se bajó los tirantes, con lo que el vestido cayó por su cuerpo hasta caer al suelo. Se desabrochó es sostén y lo dejó sobre el manchado vestido, para seguidamente, oyendo el chorro de orina de su marido, meterse en la bañera y correr la cortina.
Si a él se le ocurría abrirla la descubría, sin duda. Con gruesos chorros de semen cubriendo su cara, su cuello, sus tetas. Abrió rápidamente el agua. Sabía que estaría helada, ya que el agua caliente tardaría un rato en llegar desde el termo de la solana. Cuando iba a echársela para lavarse, oyó como Julián tiraba de la cadena y se iba, cerrando la puerta al salir.
Respiró tranquila, aunque notó algo. Su coño seguía palpitando. Llevó su mano derecha entre sus piernas y empezó a frotarse, gimiendo de placer. Dejó el teléfono de la ducha en su sitio y con la mano izquierda empezó a llevarse a la boca el tentador semen que cubría su cara. Lo saboreó despacito, manteniéndolo en la boca, deshaciéndolo con su calor, antes de tragarlo.
Antes de terminar con todo lo que cubría su cara, Alba se corrió. Se mordió la mano izquierda con tanta fuerza que casi se hace sangre. El agua de la ducha seguía saliendo, ya caliente, por lo que cuando las piernas le fallaron y tuvo que sentarse cayó sobre su pelo y su cara, llevándose consigo los últimos rastros de semen.
Reposó así unos momentos, para luego levantarse, enjabonarse y terminar de ducharse. Después se secó y se dio cuenta de que no había llevado ropa de recambio y que no podía ponerse el traje manchado. Desnuda, salió hacia su dormitorio a por otro vestido.
No se puso bragas. Regresó al baño, cogió el anterior del suelo y lo llevó al cesto de la ropa sucia. Lo dejó en medio de la ropa que ya había allí y se fue a desayunar. En la cocina estaba Antonio, que la miró de arriba abajo antes de levantarse, morrearla con ardor y sobarle el culo a placer. Julián estaba en el salón.
-Casi te pilla, ¿Eh? – le dijo, risueño.
-Joder, sí. Tenemos que ir con más cuidado.
Acercándola al poyete le la cocina, sobándole el culo y las tetas, Antonio le contó a su madre lo que iba a pasar esa mañana. Alba casi se derrite. Le dijo que se la iba a follar en seco varias veces por la mañana, sin correrse él, y que le llenaría el coñito de leche en el último polvo, antes de comer.
Cumplió su promesa. A las 10 de la mañana le hizo una señal, se la llevó al dormitorio de él y allí, sobre la cama, la puso como a una perrita y se la folló con intensidad hasta hacerla correr dos veces. Como una hora después, se la llevó a la solana, la subió sobre la lavadora y le dio polla a fondo regalándole un nuevo orgasmo.
El último de la mañana fue en la cocina, con los macarrones hirviendo, tal y como hervía la mujer, de puro deseo. Luego, durante el almuerzo, los tres a la mesa, Alba sentía su coño rebosando la abundante corrida con que Antonio se lo había llenado.
Esa noche Julián se acostó más tarde de lo habitual. Alba se fue con él. Al salir por la puerta del salón le echó una última mirada a su hijo, que le mandó un beso volado.
Media hora después Julián roncaba a pierna suelta. Alba no podía dormir. Y no era por los ronquidos. Era porque estaba caliente, cachonda. El coño rezumaba entre sus piernas, ardiendo de deseo. Se empezó a tocar, pero no era eso lo que deseaba.
Deseaba la polla de Antonio bien clavada dentro de ella. Sabía que por la mañana sería toda suya. Estarían solos y podrían dar rienda suelta a su pasión. Pero lo deseaba ya. Cogió su móvil, lo escondió bajo las sábanas y con el corazón latiéndole, la mandó a su hijo un simple pero claro mensaje:
-¿Me follas?
¿Y si estaba durmiendo? ¿Y si él no tenía ganas? Esos pensamientos cruzaban por su mente mientras esperaba la respuesta. Con alegría vio como las dos rayitas se ponían azules y luego como el teléfono le indicaba que Antonio estaba escribiendo.
La respuesta casi la hace llorar:
-NO
¿No? Lo miró otra vez por si lo había leído mal. Pero eran solo 2 letras. ¿Quizás él no había entendido lo que ella quería? Vio como Antonio volvía a escribir:
-Fóllame tú a mí. Ven.
El corazón le latió con más fuerza, y la cara se le iluminó. Con sumo cuidado se bajó de la cama, vigilando en todo momento a su marido. Salió al pasillo y a tientas llegó a la puerta de Antonio. La abrió, entró y cerró. En ese momento Antonio encendió la mesilla y ella lo vio. Estaba desnudo sobre la cama, agarrándose la dura polla con una mano.
Alba dejó caer el fino camisón que llevaba, quedándose también desnuda. Se acercó a la cama de su hijo, se subió en ella, puso las piernas a cada lado y se sentó sobra la polla. La sintió resbalar dentro de ella y cuando la tenía toda clavada, se corrió. Antonio notó las contracciones de la acogedora vagina alrededor de su polla. Luego la agarró por las caderas y la ayudó a subir y bajar.
Alba cogió ritmo. Miraba a su hijo, el cual le devolvía la mirada. Lo cabalgó con ganas, con ansias, buscando su orgasmo y, sobre todo, el de él. Notó como le acariciaba las tetas, como le pellizcaba los duros pezones. Ambos amantes gemían por el placer que se daban el uno al otro, hasta que minutos después, casi al unísono, estallaron. Antonio volvió a llenarle el coño a su madre con una abundante y espesa corrida que multiplicó el placer de la mujer.
Después de la tormenta llegó la calma. Alba cayó hacia delante, apoyado su cara sobre el pecho de Antonio. Él le acarició el cabello con ternura y le acarició la espalda. Ella estaba tan a gusto que casi se durmió, aún clavada en la dura polla de su amante secreto. Consiguió coger fuerzas para levantarse, besar a su hijo y marcharse a su cama. Se durmió feliz.
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Y feliz se despertó. Y más feliz aún fue cuando nada más marcharse su marido, Antonio se abalanzó sobre ella y se la folló con intensidad en su cama, sin dejar de decirle cosas. Lo que le gustaba follársela, clavarle la polla en el coño y hacerla correr. Lo que más la calentaba era cuando él le decía cosas del estilo:
-Ummm mamá, cómo me gusta follarte en tu cama, en donde el tonto de tu marido se pierde el placer de follarse a una hembra como tú.
Alba se corrió antes de Antonio. Cuando él notó la llegada del orgasmo, le sacó la polla del coño a su madre, se la acercó a la cara y se la cubrió de una copiosa corrida que ella recibió con una sonrisa de felicidad.
-¡Joder! ¡Cómo me pone correrme en tu cara, mamá! – jadeó Antonio, mirando su obra.
-¿Estoy guapa? – preguntó la risueña mujer.
-Preciosa. No te laves. Quiero que lleves mi leche en la cara toda la mañana.
-Jajaja, mira que eres…
-¿Que soy qué?
-Vicioso – respondió Alba, mirándole a los ojos.
-¿Y no te gusta que sea así?
-Hasta hace apenas una semana no podía ni imaginarme que eras así.
-¿Y ahora que lo sabes? ¿Qué te parece que tu hijo sea un vicioso?
-Pues… uf… la verdad es que… me encanta.
-Eso es porque tú – Antonio dudó que palabras usar – también eres una viciosa.
-Supongo. Aquí estoy, acostada en mi cama, con la cara llena de la leche de mi hijo.
-Recién follada, en la misma cama en donde duermes con tu marido.
-Sí.
-¡Jajaja! Venga, vamos a desayunar, que tengo hambre.
La ayudó a levantarse y la admiró. Durante el desayuno Alba notó, feliz, como Antonio no dejaba de mirarla. El semen se iba licuando y cayendo sobre el pijama. El olor persistía, diluyéndose poco a poco. Cuando terminaron de desayunar, la cara ya estaba casi seca. Sintió la piel tirante.
-Ahora vete a ver la tele o hacer lo que quieras – le dijo su madre, fregando.
-¿Qué vas a hacer tú?
-Pues limpiar un poco la casa. Recoger.
-Y follar – añadió Antonio, con cara de pillo.
-Uf, mi vida. Que me vas matar de tanto placer.
-No te vas a morir por eso.
Antonio se levantó, se bajó el pijama y los calzoncillos hasta medio muslo, con lo que su dura polla saltó antes los ojos de su madre.
-Uf, cariño… ¿Otra vez así? – dijo Alba, sin apartar los ojos de la enhiesta barra que la apuntaba.
-¿Cómo quieres que esté antes un ‘peazo’ mujer como tú?
-Déjame trabajar un poco… luego…haremos lo que quieras.
-Ummm no sé, no sé. Hagamos una cosa – dijo él, acercándose a su madre – Si tienes el coñito seco, te dejo en paz. Pero si estás mojada, de follo sobre la mesa de la cocina.
Alba se estremeció. Se la iba a follar sí o sí. Cuando estuvo frente a ella, mirándola a los ojos metió la mano por dentro la falda del vestido que ella se había puesto. Como no llevaba bragas, le pasó los dedos a lo largo de la raja.
-¡Estás chorreando! ¿Sabes lo que significa eso, no?
-Que me vas a follar.
-Jeje, que lista es mi niña.
La cogió del brazo y la acercó a la mesa de la cocina. Cogió una de las sillas y la puso de lado, para luego hacer que su madre se arrodillara sobre la silla y echándola hacia adelante, le hizo apoyar el pecho sobre la mesa aún llena de migas de pan. Le levantó el vestido, haciendo aparecer el precioso culito de la excitada mujer, que apretó los dientes cuando la dura polla se clavó en su encharcado coño de una sola estocada.
Antonio vio como su madre cerraba los puños. La agarró con las dos manos por las caderas y empezó a follársela. En aquella postura su polla quedaba a la altura precisa para poder entrar y salir del coñito materno sin esfuerzos, solo moviendo las caderas adelante y atrás.
Cuando ella empezó a gemir, y ante la vista del tentador culito, Antonio levantó la mano derecha y le dio una sonora nalgada, pero sin fuerza. Su madre se tensó y gimió.
-Vaya culazo que tienes, mami. Es precioso – y le dio otra nalgada, que ella recibió con más gemidos.
Viendo que ella era receptiva, se la folló con más ganas, con más fuerza, y con más nalgadas, que fueron enrojeciendo ligeramente las redondas nalgas maternas. No eran golpes. Su intención no era la de hacer daño sino la de dar placer. Alba tampoco las sentía como golpes, sino como caricias que la encendían más y más.
Antonio disfrutaba de tener a su madre así, tan ofrecida. Veía su dura polla, brillante por los abundantes jugos de aquella cálida vagina, entrar y salir. Y encima, a pocos centímetros, el otro agujero. Se chupó el dedo gordo de la mano con que le daba las cariñosas nalgadas y lo ensalivó bien. Sin dejar de follarla con intensidad llevó el dedo al ano de su madre y lo acarició con la yema del dedo.
Alba se tensó y gimió ante aquella nueva caricia. La dura polla la barrenaba una y otra vez y ahora él le acariciaba con un dedo su culito.
-Me encanta tu culito, mami – dijo Antonio, apretando más el dedo.
-Aggg, dios… Antonio…Eso….
-¿Eso qué? – respondió él, apretando un poco más y casi venciendo la presión del esfínter.
-Eso no… mi vida.
-¿No? ¿Seguro que no? – y apretó más. El dedo empezó a clavarse.
-Agggg, dios… – se tensó la mujer, a punto de correrse
Antonio sacó el dedo, sin dejar de clavarle la polla, pero solo para dejar caer un poco de saliva sobre el ojete para, seguidamente, volver a acariciarlo con la yema del dedo. Cuando apretó otra vez el dedo entró hasta la primera falange. Alba arqueó la espalda y se corrió.
-Ummm parece que te gusta que tu nene te folle… el culito.
Alba, en pleno orgasmo no pudo responder. Pero era cierto que aquella inesperada invasión le había causado un inesperado placer. Notaba su coño lleno de polla, y su culito dilatado por el dedo. Notó claramente como por su muslo caía un poco de flujo. Antonio aprovechó el largo orgasmo de su madre para seguir empujando el dedo hasta clavárselo a fondo.
Cuando el cuerpo de ella se destensó, apretó la polla, dejándola clavada entera en el coño. Alba, jadeando, se sintió llena por partida doble. Su coño y su culo. Temblaba ligeramente. De puro placer.
-Pídemelo – dijo Antonio, con voz autoritaria.
-¿Ahh? – respondió Alba, aún exhausta
-Pídeme que te folle.
-Cariño… no puedo más… déjame descansar.
Con la mano izquierda Antonio le dio una nalgada.
-¡Qué me lo pidas!
-Agg… dios… fó… fóllame
Le sacó la polla casi completamente y se la clavó otra vez. Alba apretó los puños.
-¿Así? – preguntó Antonio – ¿O así? – dijo, dejando la polla dentro y sacando un poco el dedo antes de volver a hundirlo.
-Ahhhhhh se quejó la mujer. El placer casi le dolía.
-¿O quizás es así como quieres que te folle? – sentenció el joven empezando a meter y sacar su polla del coño de su madre al tiempo que hacía lo mismo con en el dedo que profanaba su culo.
Cuando le clavaba el dedo le sacaba la polla, y cuando empujaba la polla, sacaba el dedo. Lo hacía despacito, sin prisas, recreándose en la morbosa visión de tener a su hermosa madre así, ofrecida y siendo doblemente follada.
Durante varios minutos la penetró así, aumentando poco a poco el ritmo de las embestidas hasta que Alba, gritando a pleno pulmón, se corrió con tal intensidad que de su coño salieron varios chorros de flujo que mojaron sus muslos y los de su hijo, goteando incluso en el suelo.
-Shhh, calla, no grites… que se van a creer los vecinos que te estoy matando – le dijo Antonio tapándole la boca y sujetándola para que no se cayera.
Sin sacarle ni la polla ni el dedo, la dejó recuperarse. Casi 2 minutos estuvo Alba con los ojos cerrados, jadeando. Luego, despacito, le saco el pulgar del apretado culito. Después, la brillante polla, dura como nunca. Tentado estuvo de acercarla al tentador culito materno, clavársela y encularla hasta llenárselo de leche, pero se dijo que ya habría tiempo.
Se subió los calzoncillos y los pantalones y ayudó a su madre a incorporarse. Vio que tenía miguitas de pan en la cara y se las quitó, aunque le costó ya que se habían pegado gracias al semen que aún lucía en la cara. Aunque ya eran más restos pegajosos que otra cosa.
Alba no había abierto los ojos desde el intenso y arrollador orgasmo que acababa de sentir. Notó como su hijo, con mimo, le limpiaba la cara, la ayudaba a ponerse de pie y la abrazaba desde atrás. Al notar su dura polla contra su culo se separó y entreabrió los ojos.
-Por favor… ya no más…mi vida…déjame descansar un poquito
-Si me das un beso – dijo él
Acercaron sus bocas y se besaron, con ternura.
-Me voy a echar unas partidas a la play, preciosa.
-Yo voy a recoger… pero antes a reposar un poco. Eres un cabrito. Si apenas me puedo mover. Me tiembla todo.
-Jajaja. Pero te encantó.
Se miraron a los ojos. Alba asintió con una leve sonrisa.
Ese medio día, mientras Antonio se la follaba desde atrás para llenarle, como siempre, el coño de leche calentita antes de comer, Alba se corrió notando las contracciones de la polla que se vaciaba dentro de ella y el dedo que entraba y salía de su culo, el cual multiplicaba el placer que sentía.
*****
Los días transcurrían y Alba perdía la cuenta de las veces que su hijo la hacía correr. Las mañanas transcurrían llenas de placer para ambos, pero sobre todo para ella. A Antonio le encanta follársela sin llegar a correrse, para así al medio día, antes de llegar su padre, poder llenarle bien el coñito de semen espeso.
El muchacho fue cogiendo tal descaro, que más de una vez, mientras comían los tres, se quitaba las zapatillas y por debajo de la mesa metía su pie entre las piernas de su madre y, a pesar de las miradas asesinas que ella le echaba, le acariciaba el coñito con el dedo gordo. Al estar recién follada y rezumando semen podía incluso metérselo y masturbarla. Ella en un par de ocasiones estuvo a punto de correrse.
Se hizo habitual que cuando se la follaba a 4 patas, como a una perrita le follara el cultito con uno o dos dedos al tiempo que le barrenaba el coño con la polla. Incluso cuando le comía el coño le follaba el culito a la vez. Los orgasmos de ella eran así más intensos. Cuando Antonio ya podía meterle hasta tres dedos, se dijo que había llegado el momento.
Alba sabía que ese momento llegaría desde el primer día que le metió el pulgar y la hizo correr con tanta intensidad. Lo esperaba y lo temía, por eso no había le dicho nada y aguardó a que Antonio diese el paso.
Antonio eligió un viernes al medio día. Su madre lo esperaba en la cocina, como cada día, preparando la comida y ansiosa de que se la follara bien follada y le llenara el coño con aquellas enormes corridas que él le regalaba. Con un vestido corto y como siempre, sin bragas, preparaba las cosas cuando lo oyó entrar en la cocina. Se estremeció y sintió como su coño se mojaba más de lo que ya estaba.
Gimió de placer cuando su hijo se acercó por detrás de ella, le pegó la dura polla en el culo, le cogió las tetas y la besó en el cuello.
-¿Sabes a qué vengo, mami? – le preguntó, juguetón.
-Ummm, sí, a llenarme el coño de leche antes de comer – respondió Alba meneando el culo contra la verga.
-Sí, justo a eso. O quizás… no. Ya veremos.
Le dio la vuelta y le comió la boca sin dejar de acariciarle las tetas y pellizcarle los duros pezones. Alba gemía en su boca al tiempo que le bajaba la bragueta y le sacaba la polla.
-Cada día me gusta más tu polla, mi vida… No hago más que pensar en ella.
-¿Solo en mi polla? ¿En mí no?
-¡Claro que sí, tontito! En todo tú.
-Ella también piensa mucho en ti.
-¿Ella? – preguntó Alba.
-Sí, ella. Mi polla
-Jajajaja.
Sujetándola por las caderas, la hizo subirse al poyete de la cocina, poniéndole el culo justo al borde. Hizo que ella apoyara la espalda en los fríos azulejos, hizo que apoyara los pies en sus hombros y le clavó la polla en el coño. El cuerpo de la mujer tembló de placer.
Debido a la postura, sentada sobre el poyete de la cocina, el coño quedaba demasiado alto y la penetración no era completa, teniendo incluso que ponerse de puntillas para poder metérsela a fondo. Era un ejercicio cansado, pero Antonio no tenía intención de seguir así mucho tiempo.
Miró unos segundos como la polla entraba y salía del precioso coño materno. Alba estaba tan mojada, tan lubricada, que la polla brillaba a la luz de los fluorescentes de la cocina. Sin dejar de darle pollazos tiró de los tirantes del vestido para hacerlo caer por los hombros y liberar las soberbias tetas, las cuales acarició, masajeó pellizcó a placer, arrancando más gemidos de su progenitora.
Cuando Antonio notó que su madre estaba a punto de correrse, paró en seco y le sacó la polla del coño.
-¡Ey!, ¡Qué te corres! – le dijo, con una malévola sonrisa.
-Ahhh, cabrito… fóllame… no me la saques.
-¿Eso quieres? ¿Que te meta la polla y te folle hasta llenarte de leche?
-Sí, por favor… ¡Fóllame! – imploró la excitada mujer.
Antonio se agarró la polla, la bajó un poco y la acercó a cerrado esfínter. Apretó ligeramente y miró a su madre a los ojos.
-Así que quieres que tu hijo te folle.
Alba no contestó. Se mordió el labio con fuerza. Estaba muy cachonda, pero sabía lo que él iba a hacerle.
-¿No dices nada, mami? Pídemelo… o te quedas sin polla.
La mujer dudó unos segundos, que le parecieron eternos. Notaba la presión contra su culo. La mirada de diablo de Antonio la asustaba, pero al mismo tiempo la atraía. Necesitaba placer. Necesitaba sentirse llena.
-¡Fóllame! – masculló entre dientes.
-¿Qué dices? No te entendí.
-Que… me folles.
-Mami… te voy a meter la polla en culito. Te lo voy a follar hasta llenártelo de lechita.
-Aggg, dios… Antonio…
-¿Qué?
-¡FÓLLAME! – gritó Alba, desesperada
-A tus órdenes.
Agarrándose la polla con una mano, Antonio empezó a empujar cada vez con más fuerza hasta que fue suficiente para vencer la resistencia del culito materno y conseguir que la gruesa cabezota de su polla empezara a entrar.
Alba se tensó. Sentía dolor, pero era soportable. Notó como la polla se abría paso dentro de ella. Cuando toda la punta entró, Antonio la sacó un poco, pero solo para volver a meterla hasta un poco más que antes. El coño de Alba rezumaba tantos jugos debido a su alto grado de excitación que había lubricado el esfínter y la penetración se facilitaba un poco.
Muy muy despacio, metiendo la polla y sacándola para luego meterla un poco más, Antonio consiguió meterle media polla en el apretadísimo culo de su madre. Al ser aquella entrada más baja que la vagina el ángulo de entrada era perfecto. El muchacho se maravilló del soberbio espectáculo de tener a su madre así, con las piernas abiertas, el coño empapado de flujos y más abajo, media polla enterrada en el recto.
Antonio llevó su mano derecha hasta el coño de su madre y empezó a frotarle el clítoris con la yema del pulgar. Alba apretó los dientes y gimió de placer.
-Y ahora, mami… te voy a follar bien follada por el culito.
Frotándola con el dedo se movió adelante y atrás enterrando, sacando y volviendo a enterrar su dura verga en el apretado culito de su madre. Sus movimientos eran cada vez más rápidos, cada vez más profundos. La polla fue dilatando el conducto, haciendo posible que con cada embestida un poco más de polla fuera entrando.
Cuando en una fuerte estocada el pubis de Antonio chocó con el de su madre, certificando la completa penetración anal, el cuerpo de la mujer se tensó, su rostro se crispó y un arrebatador orgasmo estalló en cuerpo de la mujer.
Alba no supo de donde le venía el placer. Lo sintió en el culo, lleno de dura polla. Lo sintió en el clítoris, acariciado por el dedo. Fue un orgasmo total, que la volvió a hacer soltar jugos que mojaron los dedos de Antonio, la polla y el piso de la cocina. Durante el largo e intenso orgasmo de la mujer el joven no dejó de follarla a placer. No dejó de encularla con fuerza. Él mismo notó que su propio placer se acercaba, lenta pero inexorablemente, haciendo que arreciara con sus embestidas.
El placer que sentía Antonio era inenarrable. Se le empezaron a tensar los músculos, empezando por los pies y luego subiendo por las piernas hasta concentrarse en su polla, que empezó a tener espasmos para seguidamente escupir en lo más profundo de su madre chorro tras chorro de leche que la bañó por dentro. Alba no supo si volvió a correrse o era solo el primer orgasmo que seguía.
Ambos tenían los ojos cerrados. Ambos jadeando de placer. El primero en abrirlo fue Antonio, que al poco se encontró con la mirada de su madre.
-Hoy parece que no vas a comer con el coñito lleno de leche – le dijo
-No… hoy no – dijo Alba.
El sonido de la puerta los sobresaltó a ambos. Antonio le sacó la polla con rapidez y se la guardó. Alba saltó de la encimera y casi se cae al suelo ya que las piernas le fallaron. Antonio la sujetó.
Cuando a los pocos instantes Julián entró en la cocina y los saludó, Antonio estaba sentado a la mesa y Alba sacando los platos del armario. Casi se le cae uno al suelo cuando vio es pequeño charco que había en el suelo frente al poyete. Eran los restos de su intenso orgasmo. Con disimulo cogió un paño de cocina, se agachó y lo limpió.
A partir de ese momento Antonio la sodomizaba al menos 1 vez al día. Y siempre, siempre, Alba se corría con el culito lleno de polla.
Los sábados Julián se corría y sumaba, sin saberlo, su semen con el que poco antes Antonio había llenado la maternal vagina. Nunca se dio cuenta de eso ni de que ahora sí su mujer se corría con él. Aunque no por él.
+++++
Pasaron los días. Las semanas. Alba era inmensamente feliz. Era, ahora sí, una mujer completa. Y todo gracias a su maravilloso hijo. Todo gracias a su hombre que la llenaba en todos los sentidos. Tanto física como emocionalmente.
Era caliente, intenso, morboso. Pero a la vez delicado, amable. Solía sorprenderla con excitantes juegos que siempre la llenaban de placer.
Una mañana lo mandó al supermercado a hacer la compra. Le hizo una lista con las cosas que necesitaba y lo despidió en la puerta de la casa con un buen morreo. Cuando él regresó cargado con tres bolsas, lo ayudó a llevarlas a la cocina y entre los dos empezaron a guardar las cosas.
En la última bolsa Alba vio algo que no estaba en la lista. Extrañada lo cogió y miró hacia Antonio.
-¿Y esto? No estaba en la lista.
-Lo sé – respondió Antonio, con una enigmática sonrisa.
Cuando Alba ató cabos ante aquella mirada profunda sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal. Miró a su hijo a los ojos. Miró lo que tenía en la mano, y de nuevo a su hijo.
-No pretenderás que… – dijo la mujer, con un hilillo de voz
-Va a ser que sí, mami querida.
-Pero… ¡No me va a caber! – se quejó Alba.
-Bueno, ya veremos
Alba volvió a mirar hacia su mano, la cual sostenía aquello extra que Antonio había comprado. Un grueso pepino, de esos de piel rugosa, de unos 28 cm de largo y tan grueso que no podía abarcarlo con la mano. Ligeramente curvado, duro.
Antonio se acercó a su madre y le quitó el pepino de las manos. Ella no podía hablar. Pero su coño le latía entre las piernas. Vio como su hijo abría el grifo del agua caliente y como lavaba a conciencia la hortaliza para luego secarla con un paño. Luego la cogió de la mano y la llevó al salón. Alba seguía sin decir nada, pero se notaba cada vez más cachonda.
Cuando llegaron al salón Antonio la hizo acostar en el sofá grande, le dio el pepino y se sentó en el sofá pequeño, frente a ella. Alba vio como su pantalón abultaba debido a la dura y hermosa polla que escondía.
-Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer, mami. Quiero ver cómo te corres.
-Pero cariño… ¡Me va a romper!
-Por ahí salí yo hace 19 años y no está roto.
Alba sabía que no lo iba a convencer de ninguna manera. Aunque en lo más profundo de su ser tampoco quería convencerlo.
-Venga, abre las piernas. Enséñame ese coñito tan lindo que tienes.
Lentamente ella fue abriendo las piernas. El corto vestido que llevaba le permitió abrirlas bien, dejando ante la atenta mirada de su hijo su ofrecido sexo.
-¡Pero! ¡Serás…! Si tiene el coño empapado. Desde aquí puedo ver como brilla – exclamó Antonio.
Era cierto. Alba sabía, sentía, que su coño rezumaba jugos de excitación. Miraba a los ojos de su hijo, que a su vez tenía los suyos clavados en su coño. Le gustaba como él la miraba. La encendía más.
-Uf, que morbo mami. Tienes una coño precioso. Jamás me canso de admirarlo. Ahora, pásate la punta del pepino a lo largo de la rajita.
Su madre obedeció. Agarró el duro y grueso cilindro con la mano derecha y se lo empezó a pasar a lo largo de su babosita raja. No puedo evitar gemir de placer, entrecerrando los ojos.
-Eso es… despacito… arriba y abajo… frótate el clítoris – la guio.
Ella fue siguiendo al pie de la letra las instrucciones recibidas. Se mordió el labio cuando vio como Antonio se bajaba la bragueta, se sacaba la polla y se empezaba a hacer una paja mirándola. A su mente acudieron los recuerdos de aquel primer día, la primera vez que le vio la polla, en su cama, pajeándose mientras ella le miraba.
Antonio también empezó a gemir. Se pajeó lentamente mientras delante de ella con las piernas abiertas, se pasaba un grueso pepino a lo largo de su precioso coño.
-Ahora, mételo un poquito… a penas.
-Uf… mi vida…
-¡Hazlo!
Entrecerrando los ojos, pero sin dejar de mirar la polla, Alba bajó el pepino y lo puso a la entrada de su vagina. Apretó y los labios se separaron. La abertura de su vagina se distendió y la mujer apretó los dientes.
-Dios… no puedo… es demasiado.
-¡Sí puedes! Si voy yo, será peor.
Alba dejó de hacer presión y se pasó el pepino otra vez a lo largo de su rajita. Cuando llegó de nuevo a la entrada, apretó más que antes. El pepino entró más que antes. La abrió más que antes. Ella gimió más que antes.
-Aggg… me va a romper.
-No te va a romper. Sigue.
Lo sacó del todo, esperó unos momentos y lo volvió a meter. Entré un centímetro más que la vez anterior. La siguiente embestida lo introdujo otro, la siguiente otro… Antonio miraba la morbosa escena sin dejar de pajearse. El coño de su madre se abría como nunca al ser penetrado cada vez más. Entraba y salía, pero solo para coger impulso y enterrarse más adentro.
Alba no pudo mantener los ojos abiertos. Tenía enterrado en su coño casi la mitad del pepino. Se sentía llena, a tope. Un ligero dolor le palpitaba cuando empujaba hacia adentro, pero no era nada en comparación al placer que estaba sintiendo.
Más o menos cuando consiguió empalarse con la mitad de la dura y gruesa verdura empezó a meterlo y sacarlo con más rapidez. Notaba como la rugosa piel la acariciaba por dentro, repartiendo por su cuerpo intensas oleadas de placer.
-Dios mío… Alberto… me siento tan… llena…
-Pues aún cabe más. Mételo hasta que haga tope con el fondo de tu coño.
Sin bajar el ritmo, Alba fue follándose con el pepino, hundiéndolo cada vez más, cada vez más profundo. Sin dejar de gemir ni un segundo hasta que sintió un golpe de dolor. Se había golpeado el fondo de la vagina, la entrada al útero. Arqueó la espalda y esperó unos segundos a que el dolor pasara.
Cuando abrió los ojos lentamente, se encontró con la polla de Antonio a escasos centímetros de la cara. Su hijo, sin que ella se percatase, se había levantado y se había acercado a ella y se pajeaba mirándola.
-¡Joder mamá! No pensé que pudieras hacerlo. Te lo clavaste hasta el fondo.
Alba no contestó. Miró la hermosa polla que la apuntaba y empezó a meter y sacar el pepino de su coño, gozando del intenso placer que le producía. Antonio, embelesado, miraba como el distendido coño de su madre era barrenado por el grueso instrumento.
-¿Recuerdas lo que te dije la primera vez? – preguntó el joven.
Alba asintió, apretando los dientes.
-¿Y qué fue?
-Aggg… que si… aggggg…. – gemió entrecortadamente Alba.
-¿Que si… qué? – volvió a preguntarle su hijo, pajeándose más rápido.
-Ummm que… si… que si me corría….
-Sí. ¿Que si te corrías…?
-Que si me corría… te correrías sobre…Agggggggggggg
Ella no pudo terminar la frase. Estalló en un intensísimo orgasmo que hizo que su espalda se arqueara sobre el sofá al tiempo que se enterraba a fondo el pepino en el coño. No había pasado ni 3 segundos desde que empezó a correrse cuando el primer chorro de leche le cruzó la cara.
Seguía corriéndose cuando, 10 chorros más tarde, la polla de Antonio dejó de llenarle la cara de leche caliente, espesa y aromática.
Alba no se lavó la cara hasta minutos antes de que llegara su marido. Comió con el culito lleno de leche, ya que Antonio le dejó descansar la irritada vagina.
Casi se atraganta cuando Antonio le preguntó
-Ummm mami. La ensalada está riquísima. El pepino está dulcito. ¿Le has puesto algo nuevo?
Y no pudo evitar toser y notar como se le saltaban las lágrimas cuando su marido, añadió.
-Pues sí que está rica, sí
Un relato increíble, excitante y morboso. Como todas tus obras. Entró cada día a tú blog con la esperanza de ver publicado un nuevo capítulo de esta maravillosa serie.