¿ Qué pasa cuando una chica joven se pregunta si le aún se le levanta al abuelo de su amiga?
Fernando estaba en el salón viendo la tele cuando vio pasar a Juanita, su nieta, dirigiéndose a la puerta. Al poco, ella regresó con Luz, una de sus amigas.
-Abuelo, me voy al cuarto a escuchar música con Luz.
-Vale, mi’jita.
Cuando las dos jovenzuelas le dieron la espalda, no pudo evitar mirarlas. A Luz ya la conocía de otras veces. Era una preciosa joven, de culito espectacular, y como lo sabía, lo hacía resaltar con ajustados pantalones, que sumados a unas camisas apretadas, la hacían apetecible. Juanita, su nieta, también era hermosa, aunque distinta a su amiga. No era tan espectacular, pero en cierta manera, era más atractiva.
-«Juventud, divino tesoro» – se dijo mirando come se meneaba el culo de Luz.
Fernando, viudo desde hacía años, vivía en casa de su hijo. Eran 4 en la casa. Él, Juanita, su hijo y su nuera, la bruja. Bueno, no tan bruja. Había accedido a que viviera con ellos, y no lo trataba mal, la verdad. Pero las tradiciones hay que respetarlas.
Siguió viendo la tele, que era casi lo único que hacía últimamente. Al poco le llegó el sonido de la música de las chicas.
-Se van a quedar sordas. Coño. – dijo, subiendo el volumen del televisor.
En el cuarto, Juanita y Luz se tumbaron en la cama y empezaron a hablar. Es extraño que a pesar del volumen de la música se entendieran, pero seguramente era un buen entrenamiento paras las discotecas. ¿Cómo si no iban a entender al galán de turno?
Empezaron a hablar de sus cosas. Chicos, por supuesto. Que si Manolito estaba bien bueno, que si Juan era un sobón y un pesado.
-La otra noche – contaba Luz – estaba con Juan en su coche. Nos enrollamos. Ya sabes lo pesado que se pone, pero esa noche me cogió con la guardia baja. Me calentó, así que le saqué la polla y le casqué una paja. Joder, Juanita, además de pequeña, no tiene aguante. Se corrió enseguida.
-Jajaja, Luz. ¿Qué pasó luego?
-No me hables. Con tanto besuqueo y manoseo me había puesto cachonda. Así que le pedí que me devolviera el favor. Mierda, el muy capullo no sabe ni tocar un coño. Ahí, dale que te pego todo el rato. ¿Sabes lo que hice?
-Jajajaja. No. ¿Qué hiciste?
-Fingir que me corría para que ese desgraciado me dejara en casa. Y encima él se creyó que había quedado como un machote. Al día siguiente me llamó para volver a quedar.
-Jajajaja, Luz. Si lo que no te pase a ti no le pasa a nadie. ¿Quedaste con él?
-Claro que no. Lo mandé a la mierda.
Las dos chicas rieron con ganas. De las dos, la más lanzada era sin duda Luz. Juanita era más, digamos, tranquila. Escucharon un rato la música en silencio hasta que Luz, de sopetón, preguntó.
-Oye… ¿Crees que a tu abuelo aún se le pone dura?
-¿Quéeee?
-Que si aún se le levanta la polla.
-Joder Luz, y yo que sé.
-¿Qué edad tiene?
-Creo que 68 ó 69.
-Me pregunto si a esa edad aún se les pone dura a los hombres.
-Luz, a veces me dejas perpleja. ¿A qué viene eso ahora?
-Y yo que sé. Se me ocurrió de repente. Pero seguro que sí. O no. No sé. ¿Para eso es la viagra no?
-Será.
-Es viudo, ¿No? ¿Sale con alguien? ¿Tiene novia?
-No creo. Apenas sale de casa.
-Pues me gustaría saberlo, jeje
-¿El qué?
-Si se le pone la polla dura. ¿Por qué no se lo preguntas? En plan…científico.
-Tú estás loca, Luz. ¿Cómo le voy a preguntar a mi abuelo si se le pone la polla dura?
-jeje, es verdad. Quedaría rarito. Se lo preguntaré yo.
-No te atreverás. -dijo Juanita mirando a su amiga. Conociéndola, se temía lo peor.
-A que sí!
Entre risas, Luz se levantó y salió corriendo hacia el salón. Juanita la siguió, para detenerla. La agarró por el brazo, y entre trompicones y risas de Luz, entraran en el salón. Fernando se sobresaltó.
-Déjense de jueguitos, que ya no son unas niñas. Se van a dar un golpe.
-Perdona, abuelo. Pero es que esta Luz es una idiota.
-Don Fernando. ¿Le puedo hacer una pregunta?
-LUZ! – gritó Juanita – No seas estúpida.
Luz se zafó del brazo que la sujetaba se acercó al hombre.
-¿Qué pregunta es esa?
-Verá, es que…Juanita se preguntaba una cosa. – dijo, mirando pícaramente a Juanita.
-Te mato, Luz. Yo te mato.
-¿Qué pregunta, mi’jita? – dijo el abuelo, mirando a su nieta.
-Nada abuelo. Tonterías de esa loca.
Juanita se acercó otra vez a Luz, la cogió por el brazo y tiró de ella, para llevársela otra vez al cuarto.
-Juanita quiere saber si aún se le pone la polla dura.
Fernando se quedó petrificado. Juanita se quedó petrificada, y Luz se volvió a zafar de su agarre. Se volvió hacia el abuelo, que tenía una expresión de asombro y vergüenza en la cara.
-¿Qué? ¿Aún se le levanta?
-Luz, eres una imbécil – gritó Juanita. – Cállate ya.
-¿Qué pasa? Sólo quiero saberlo. – Mirando a Fernando, insistió – ¿Me lo va a decir, don Fernando?
Fernando no sabía que decir. Aquella endiablada muchacha parecía querer reírse de él. Lo miraba, con una burlona sonrisa en los labios. Y entonces, la muy jodía se llevó las manos a las redonda tetas, empezando a tocarse.
-¿Se le pone dura mirando a una jovencita como yo? Mire que tetitas tengo. Los chicos me dicen que son preciosas. ¿Le parecen bonitas mis tetas, don Fernando?
Juanita miraba la escena, paralizada. ¿Cómo podía comportarse así Luz?. Miró a su abuelo, que tenía los ojos clavados en su amiga. Y la mirada de su abuelo era triste. Juanita comprendió que se sentía humillado.
-¿Ya se le está levantando, don Fernando? ¿Le pone cachondo mirarme?.
Ni Juanita ni Fernando se esperaban el siguiente movimiento de Luz, la cual, con rapidez, se acercó al sillón donde él estaba sentado, alargó una mano y le sobó la polla por encima del pantalón.
-Ummm, no. Blandita. El pajarito está muerto. – dijo, solemne, Luz.
Juanita pudo al fin reaccionar. Se acercó furibunda a su amiga, la cogió del brazo y la arrastró hasta la puerta de la casa. La abrió y de un empujón, la echó de la casa.
-Joder, Luz, te has pasado.
-Bah, no seas cría. No ha pasado nada, tonta.
-Lo has humillado.
-¿Yo? ¿Por sobarme las tetas delante de él? ¿Por tocarle la fofa polla? Jajajaja. Para muchos sería un regalo.
-Vete a la mierda. Ya hablaremos.
Dio un portazo.
-«Jodía Luz. En valla lío me ha metido» – pensó mientras volvía al salón, a disculparse con su abuelo. Pero al entrar, no lo encontró. Se había ido a su habitación. Ella se acercó y tocó la puerta.
-Ya se ha ido esa loca, abuelo. ¿Puedo pasar?
-No, déjame en paz, Juana. Yo os habéis reído bastante por hoy.
-Pero…no fue culpa mía. Fue todo por ella.
-Vete.
Juanita volvió a su cuarto, apenada. Casi se pone a llorar. Quería mucho a su abuelo, y lo que había hecho Luz fue horrible.
Fernando se quedó en su cuarto hasta la hora de la cena. Durante ésta, apenas habló, y después volvió a su cuarto.
-¿Qué le pasa a tu abuelo? – le preguntó su padre.
-No..no sé – respondió, desviando la mirada.
Más tarde, todos se fueron a acostar. La casa quedó oscura y en silencio.
Juanita no podía dormir, pensando en su abuelo. Tenía que hablar con él, disculparse, pedirle perdón por el comportamiento de Luz y por no haberla parado a tiempo. Sin encender la luz, se levantó y descalza, salió de su cuarto. A tientas, llegó hasta la habitación de su abuelo. Sin llamar, abrió la puerta y entró, cerrándola detrás de ella.
-Shhhh, abuelo..¿Duermes? – preguntó, acercándose a la cama.
Fernando, sorprendido, encendió la luz de la mesilla, para descubrir a su nieta, que se acercaba a su cama.
-Tengo que hablar contigo, abuelo. Me siento fatal por lo de esta tarde. Por favor, perdóname. No fue mi intención. Fue…Luz.
-Lo sé. No te preocupes, ya se me pasará.
Juanita llegó junto a la cama y se sentó. Fernando estaba bajo la sábana. Y cuando se fijó en su nieta, se tensó.
La chica llevaba un pijama corto, pues era verano. Cortísimo. Su barriga quedaba al aire, hasta por encima del ombligo. La parte de arriba era una camiseta ajustada, como una segunda piel, que hacía que sus juveniles pechos quedasen bien definidos. La aureola de los pezones era claramente visible bajo la fina tela. La mirada de Fernando fue fugazmente a la parte de abajo.
También era corta, ajustada, casi parecían más una braguitas que un pantalón de pijama. Juanita dormía siempre así cuando hacía calor. No se dio cuenta de cómo iba cuando salió hacia la habitación de su abuelo. Si se hubiese percatado, se habría puesto una bata o un camisón, pero estaba tan preocupada y deseando disculparse, que se había levantado de la cama tal y como estaba.
Seguía hablando a su abuelo, pidiéndole disculpas, pero él no la escuchaba. La miraba. Trataba de no hacerlo, pero no podía quitar los ojos de aquella preciosa chiquilla.
-Hablaré con Luz y le exigiré que te pida disculpas, o nunca más entrará en esta casa.
Fernando seguía sin escuchar. Cuando Luz le había hecho la pregunta de marras no le contestó. Si lo hubiese hecho, le habría respondido que no, que ya no se le ponía dura. Que aunque aún le gustaba mirar a las mujeres, hacía mucho tiempo que él ya no sentía excitación sexual, no al menos hasta el punto de tener una erección. Que esa parte de su vida había muerto con su mujer.
El corazón empezó a latirle con fuerza. Notó algo. La presencia de su preciosa nieta, vestida de aquella manera tan sexy, estaba haciendo que un parte que creía dormida para siempre, empezara a levantar cabeza (nunca mejor dicho).
Se le estaba poniendo dura la polla. Encima, estaba desnudo, sólo tapado con la sábana. Trató de concentrarse, de evitar por todos los medios que su polla siguiera creciendo. No quería que Juanita se diera cuenta.
Pero entonces, Juanita se movió. Fue algo natural, sin premeditación. Seguía hablando y se puso más cómoda, abriendo un poco las piernas. Fernando no quiso mirar, pero sus ojos se movieron solos.
-«JODER» – pensó.
El pantalón del pijama se pegaba al coñito de Juanita. Pudo ver claramente su rajita, dibujada tras la tela, separando en dos la zona. Aquello fue demasiado. La polla se llenó de sangre y empezó a levantarse. Miró asustado como la sábana comenzaba a elevarse.
Juanita seguía hablando, ajena a todo. Pero de repente, se calló. Tenía los ojos clavados en la tienda de campaña que su abuelo tenía a la altura de las caderas. La boca se le quedó en forma de ‘O’. Sus ojos fueron de la sábana a los ojos de su abuelo y de nuevo hacia abajo. Fernando se encogió de hombros y dijo.
-Jeje, pues parece que sí. Aún se me levanta.
-A… buelo. Uf!
Los dos se quedaron mirando hacia el monte Everest que le había crecido a Fernando entre las piernas. Entonces, Fernando se fijó en las tetas de su nieta. Miró los pezones. Hubiese jurado que se le marcaban más que antes. ¿Estaría ella excitada también? Ese pensamiento terminó por endurecer al máximo su polla.
-Lo siento, mi’jita. Pero es que…estás tan… hermosa.
Juanita se miró. Y comprendió. Era casi como si estuviera desnuda.
-¿Se te ha puesto así… por mí?
-Me temo que sí.
El corazón de Juanita también latía con fuerza. Lo que se escondía debajo de esa sábana la atraía como una luz atrae a una polilla. Lentamente, alargó una mano hasta que llegó a la sábana. La cogió y empezó a tirar de ella. La sábana empezó a bajar por el cuerpo de su abuelo. Descubrió su pecho, velludo y canoso, después su barriga….
-Mi’jita… no creo que debas hacer eso.
Juanita no se detuvo. Tenía que verla. Tenía que ver lo que había debajo de la sábana. Apareció el vello púbico. Un último tirón y ante ella quedó la polla de su abuelo.
-Joder, abuelo. Vaya pollón.
Entre las piernas de Fernando, dura como una roca, estaba su polla. Debido a la edad, y aunque estaba dura, no se levantaba del todo. Además, su tamaño tampoco ayudaba. Era una polla grande, gruesa, venosa. Una polla que en su juventud le había dado muchas alegrías.
-Hacía mucho tiempo que no se me ponía así.
Ambos miraban la enorme verga, que debido a la excitación, daba pequeños saltitos solo. Juanita sintió los pezones duros, y el coño se le mojaba con rapidez. Tenía los labios resecos y se mordía el inferior.
-¿La puedo tocar?
-Ay, mi’jita. No es correcto.
-Sólo un poquito. Para ver cómo…está de dura.
Fernando miró como una de las manos de su nieta se acercó hasta su polla, y con dedos temblorosos, la agarró. La manita no abarcaba todo el grosor.
-Joder, abuelo. No puedo juntar los dedos.
-Agggg.
-¿Te duele?
-No no….no me duele.
La chica no soltó su presa. La sentía palpitar en su mano, dura, caliente. Su coño empezó a mojar su pantaloncito. Juntó las piernas y las frotó entre sí, estimulando su clítoris. Empezó a mover la mano que asía la tremenda polla.
-Ummmm mi’jita…esto no está bien. Pero…que rico….
-¿Te gusta, abuelo?
-Sí… me gusta. No me acuerdo de la última vez que….que hicieron algo así.
-¿Te refieres a una paja?
-Agggg sí, una….paja.
-¿Quien te la hizo? ¿La abuela?
-No. Ella estaba muy enferma al final. Fue…
-¿Quien fue? Dímelo, porfa. Dime quien fue la última persona que te hizo una paja.
-Fue la chica que teníamos en casa para ayudarnos. Ella fue la última.
-No. jeje. La última soy yo.
-Sí…ummm la última eres tú.
-Tienes la polla más grande que he visto, abuelo.
La paja fue lenta, profunda. La mano subía hasta la punta y agarraba la gorda cabezota. Luego bajaba por el tronco, para volver a subir. Fernando, apoyado en los codos miraba como su linda nieta lo masturbaba. Placeres olvidados que creyó nunca más sentir, se apoderaron de su cuerpo. De la punta de su polla manaba líquido transparente que lubrificó a la mano de Juanita, haciéndola deslizarse con más facilidad.
-Aggggg mi’jita…que gusto. Me voy a correr.
-Sí, sí. Córrete abuelito. Déjame ver como sale leche de tu enorme polla.
La polla se puso más dura. Empezó a tener espasmos. Y entonces, Fernando empezó a correrse. Su leche salía abundante por la punta de su polla, pero sin fuerza. Se deslizaba por la mano de Juanita, que no dejaba de subir y bajar. Ella tenía cierta experiencia en pajas, y con cada espasmo, apretaba y subía la mano, haciendo que el semen saliese con más facilidad.
Fernando gozó de su primer orgasmo en años, mirando con los ojos entornados como aquella angelical nieta suya lo hacía estremecer con su manita. Temió tener un infarto y quedarse tieso. Al menos moriría feliz, se dijo.
La polla dejó de manar. Juanita tenía los dedos llenos de leche. El pubis de su abuelo tenía un charquito blancuzco. La polla empezó a perder dureza.
-Estabas llenito, ¿Eh abuelo?
-Sí. Muchos años almacenando.
-¿Te ha gustado la pajita?
-¿Pajita? Ha sido un pajote en toda regla. Y me ha encantado. Gracias, mi’jita.
-De nada abuelo. Es lo mínimo que podía hacer por ponerte la polla dura, Jajaja.
La chica soltó la polla. Se miró la mano, que goteaba semen. Fernando le pasó un paquete de pañuelos de papel. Cogió unos cuantos y se limpió la mano y también el pubis de su abuelo. La polla, morcillona, descansaba sobre uno de los muslos del hombre.
-Vaya tranca que tienes abuelo. La abuela se lo debía de pasar en grande, ¿eh?
-Bueno, no creas. Tu abuela era bastante estrechita y al principio nos costó horrores hacerlo. Pero al final creo que sí, que llegó, que llegamos, a gozar bastante.
-Abuelo…
-Dime mi’jita.
-Estoy cachonda. Mira.
Juanita abrió sus piernas, mostrándole a su abuelo la mancha de humedad que se había traspasado de su coño al pijama.
-Ummm, mi cosita linda tiene el coñito mojado. ¿Quieres que tu abuelo te devuelva la pajita?
-Sí, sí, porfa.
Recordó lo que le contó Luz que le había pasado con Juan, que tuvo que fingir su orgasmo para terminar rápido. Ella no tuvo que fingirlo.
Su abuelo la hizo acostar a su lado y se pegó a ella. Le puso la mano en la barriga, acariciando. Ella se estremeció. La mano empezó a bajar, lentamente, hasta llegar a su coño. Primero acarició por fuera, pasando un dedo a lo largo de la rajita. Después, se metió por dentro, desde arriba y acaricio el pubis, de escaso vello. Juanita no dejaba de gemir, cerrando los ojos y gozando de aquellas maravillosas caricias.
Por fin, los dedos llegaron al coño. Lo abrieron y se pasearon a lo largo ancho de los labios vaginales, pero evitando tocar el inflamado clítoris. Eso hacía que Juanita se desesperara, gimiera, menease las caderas buscando aumentar el roce.
-Agggg abuelito….que rico.
-¿Te gusta lo que te hace tu abuelo, mi’jita?
-Ummm me encanta. Qué bien lo haces.
El dedo corazón se adentró en la caliente raja de la chica. Escarbó con suavidad dentro de su vagina. Salió y subió, hasta llegar al clítoris, el cual fue atrapado entre dos dedos. Fernando empezó un suave frotamiento que provocó que Juanita empezara a gemir más fuerte, a arquear su espalda sobre la cama y, finalmente, estallar en un intenso y largo orgasmo. Él no dejó de frotar, en círculos, alrededor del clítoris, y cuando ella dejó de correrse, paró de frotar, quitando los dedos de la zona sensible, como había aprendido de su mujer.
Pero su nieta no era su mujer. Ella cogió su mano, y la apretó contra su coño.
-Más…abuelito..más…más,
Fernando, sorprendido y encantado, volvió a masturbar la linda muchacha. Sus dedos estaba muy mojados, y ella se contorneaba, se contorsionaba sobre la cama, con los ojos cerrados y una expresión de placer en su rostro. Él la miraba, acariciándola sin parar, hasta que la chica volvió a tensarse y estallar en un nuevo e intenso orgasmo. Tuvo que llevarse una mano a la boca para no gritar. Cuando el orgasmo pasó y su cuerpo se recuperó, miró a su abuelo, con los ojos brillantes.
-Ummmm no pares…dame más placer.
Fernando intensificó las caricias. Juanita parecía insaciable. Pedía más y más. Le metió dos dedos en la vagina, que chorreaba, y con el pulgar le frotaba el clítoris. Metía y sacaba los dedos, follándola. Ella se retorcía, gozando como nunca hasta ese momento.
El tercer orgasmo fue el definitivo. Todo su cuerpo se tensó durante largos segundos, con los músculos agarrotados, los puños cerrados, los dientes apretados, la respiración cortada. Parecía como si hubiese tocado un cable de alta tensión.
Juanita cayó sobre la cama, empapada en sudor, sin fuerzas. Ya no pidió más. Había quedado satisfecha.
Su abuelo sacó la mano lentamente, abandonando el tierno coñito. Se la miró, mojada de los abundantes jugos de su nieta. La acercó a su nariz, y aspiró el aroma. Un aroma que hacía tantos años que no olía. Miró hacia abajo, hacia Juanita, que estaba acurrucada en la cama, con los ojos cerrados, sin moverse. La estuvo mirando durante varios minutos.
-«Quien fuera joven» – pensó.
Juanita abrió los ojos y le miró. Sonrió.
-Abuelo… casi me matas de placer. Uf… nunca había gozado tanto de unos dedos.
-¿No tienes novio?
-Bueno, formal no. He tenido algunos rolletes. Pero ninguno me ha tocado como tú.
-Jeje, debe de ser la experiencia. Dicen que es un grado. Deberías volver a tu cama. Es tarde.
-Ummm, sí… me muero de sueño.
Juanita se levantó de la cama. Antes de irse le dio a su abuelo un beso. Primero en la mejilla. Después, tiernamente en los labios y se marchó. Fernando la miró marchar. Su redondo culete, de amplias nalgas que se meneaban sensualmente hacia los lados. Apagó la luz y cerró los ojos.
Jamás pensó que a estas alturas de su vida le pasaría algo como lo que acababa de ocurrir. Que una linda jovencita lo excitase, No sólo eso, sino que lo masturbara hasta hacerlo llegar a un maravilloso orgasmo y que después él hiciera lo mismo por ella. Y lo más asombroso, todo había sido con su adorada nieta.acr
Juanita se metió en su cama y enseguida se durmió hasta que el despertador la hizo levantar. Ducha rápida, desayuno a toda prisa y se marchó para la facultad, pero antes, fue al cuarto de su abuelo. Él estaba ya despierto.
-Buenos días, abuelo.
-Buenos días, mi’jita.
-¿Has dormido bien? – preguntó Juanita con pícara sonrisa.
-Estupendamente. ¿Y tú?
-Como un lirón. Me acosté… relajadita.
-jeje, y yo.
Los padres de Juanita estaban en la cocina, desayunando. Ella miró hacia la puerta, para cerciorarse de que no estaban por el pasillo, y metió la mano por debajo de la sábana, llevándola directamente hasta la polla de su abuelo.
-¿Cómo está tu pollita hoy?
-Dormida.
Juanita la agarró. Estaba fofa. La abarcó con su mano, y la acarició.
-Ay, mi’jita. Que ya no soy un chaval. Lo de anoche fue un milagro. No creo que se levante otra vez.
-Ummm, ya veremos, ya veremos. Bueno, me voy a clase. Hasta luego, abuelo.
Fernando vio como Juanita salía corriendo. Se levantó la sábana y miró a su dormida polla.
-Jodía. En otros tiempos si una joven como Juanita te hubiese tocado, le habrías saltado un ojo al levantarte de golpe… y mírate ahora. Mustia. Joder con la vida, leche!.
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Camino de la facultad, en el autobús, Juanita pensaba en la polla que tuvo en la mano la noche pasada. La polla de su abuelo. Recordó lo cachonda que se puso al ver aquella cosa tan grande, tan gruesa. Tenía que volver a verla, a tocarla. No pudo evitar reírse al pensar que como no se le pusiera tiesa otra vez, le daría un bote entero de viagra a su abuelo.
Andaba hacia su clase cuando Luz apareció de repente, a su lado. Le dio un suave golpe hombro contra hombro y caminó junto a ella.
-¿Qué? ¿Se te pasó ya el enfado?
-Te pasaste tres pueblos, Luz. ¿Cómo se te ocurrió semejante estupidez?
-Y yo que sé, chica. Me entró curiosidad. ¿Cómo está el viejo?
-Está bien. Pero espero que la próxima vez que lo veas, le pidas disculpas.
-Jajaja. ¿Disculpas? ¿A un hombre por preguntarle por su polla? ¿Por tocársela?
-Pues sí. ¿No se te ocurrió pensar que a lo mejor con su edad ya no puede? ¿Y que se sentiría humillado si una chica le hace esas preguntas?
-Bueno, no pensé en eso.
-Ese es el problema contigo, Luz. Que nunca piensas antes de actuar.
-Ta’ bieeeen. Le pediré disculpas por sobarle la polla a tu abueeeelo. Jajaja.
Juanita la dio por perdida. Esa Luz era incorregible. Decidió no contarle nada de lo que pasó con su abuelo. No sabía con qué locura podría salirle.
La mañana pasó lente. No se concentraba en las clases. En su mente sólo había sitio para aquella polla palpitante. Deseaba que diera la hora de comer, para ir a casa y estar a solas con su abuelo.
-¿Quedamos esta tarde? – preguntó Luz.
-¿Eh? ah..no no…tengo cosas que hacer.
-¿Qué cosas?
-Pues cosas, no te jode. Ni que tuviera ahora que darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.
-Uyuyuyuiiii. Has quedado con un chico para echar un polvo, ¿No?
-Pues no, graciosa, no.
-Sí, sí. Bueno, espero que me lo cuentes todo mañana. Con pelos y señales. Aaaaadios.
Y tal como vino, se fue, de repente. Juanita se marchó para casa.
Durante la comida, no dejaba de echarle miraditas a su abuelo. Sonrisitas.
-¿Has quedado hoy con Luz, tesoro? – le preguntó su madre.
-No. Hoy tengo cosas que hacer. Me quedaré en casa. Así le haré… compañía al abuelo.
-Ay, mi’jita. Por mí no te molestes.
-No es molestia, abuelo. – respondió, con una pícara sonrisa que hizo erizar el vello a Fernando.
Terminó el almuerzo. Su padre se echó una cabezadita viendo el telediario mientras las mujeres recogían la cocina ( todo muy moderno, repartiendo las labores del hogar) y Fernando salió al balcón a ver pasar a la gente por la calle.
Por fin, su madre y su padre se fueron y Juanita se quedó a solas con su abuelo. Fue a buscarlo al balcón, pero no estaba. Fue al salón, tampoco. Lo encontró en su cuarto.
-¿Qué haces aquí, abuelo?
-Nada…me iba a echar un poco a dormir
Juanita se sorprendió. Él nunca dormía por las tardes.
-¿No estarás huyendo de mí, abuelito?
-Claro que no mi’jita – mintió.
Sí que huía un poco de ella, por miedo. Por miedo a que si Juanita intentaba algo, él no pudiese responder. Miedo a que lo de anoche hubiese sido flor de un día. Se quedó sentado en su cama, mirando como su nieta se acercaba a él y se sentaba a su lado.
-Abuelito, no me puedo sacar tu polla de la cabeza. Necesito volver a verla. ¿Me la enseñas?
-Juanita, no sé si volverá a ponerse en forma.
-¿Por qué no? Anoche se puso muy en forma.
-Lo sé, pero ya no soy joven.
Dejó de hablar cuando una de las manos de Juanita se acercó a su paquete y empezó a acariciarlo, mirándole a los ojos y sonriendo. Se dejó acariciar. Su hombría estaba en juego, así que se esforzó por que la polla se le levantase, pero mientras más se concentraba, peor. Sentía la mano acariciar su fofa herramienta, sin que diera signos de despertar.
-Lo siento. No se va a levantar.
-Abuelito… ummmm tengo el coñito muy mojado. Mira cómo se me notan los pezones en la camisa. ¿Te parezco guapa?
-Eres preciosa, Juanita. Adorable.
La chica bajó la cremallera, metió la mano y sacó la durmiente polla. La acarició, la descapulló, esperando que aquello fuera tomando forma, pero sólo consiguió que se hinchara muy ligeramente.
-Espera un segundo. No te muevas de aquí.
Juanita salió corriendo y a los pocos minutos regresó con un pijamita parecido al de la noche anterior, igual de ajustado, sin nada debajo. Se quedó en la puerta, mirando a su abuelo.
-¿Así mejor?
-Uf, mi’jita. Eres la cosa más linda que he visto nunca.
Contoneándose sensualmente, se acercó otra vez a su abuelo y volvió a acariciarle la polla, pero nada. Sólo se puso un poco morcillona.
-Lo siento, Juanita. Déjalo ya, por favor.
-De eso nada, abuelo.
Si algo tenía Juanita era cabezonería. No se iba a dar por vencida tan fácilmente. Lo hizo levantar y se arrodilló delante de él. Le abrió el cinturón, desabrochó el botón y el pantalón cayó hasta los tobillos.
-¿Qué haces, mi’jita?
-Tú déjame a mí, abuelito.
Le bajó los calzoncillos. Delante de ella quedó su fláccida polla. La miró. Levantó la vista y miró a Fernando. Con una sonrisa en los labios, acercó su cara a la polla y empezó a acariciarla con sus mejillas.
-Venga, pollita linda, ponte durita para mí.
Su abuelo miraba, embelesado. Aún con la polla así, medio muerta, la imagen de aquella joven, arrodillada delante de él y pasándose su polla por la cara era algo sublime. Le daba besitos, se agachaba un poco y se la pasaba por la frente.
-Ummm que calentita está, y que suave. Me encanta sentir tu polla en mi cara, abuelito.
-Mi’jita… eres… increíble.
Fernando se olvidó de todo, de tratar de lograr una erección, de ‘cumplir’, y se dedicó a gozar de la maravillosa visión de la linda y sonriente joven que lo estaba acariciando de una manera tan erótica.
Y entonces, la polla empezó a responder. Se empezó a llenar de sangre, a aumentar de tamaño, de grosor. Juanita empezó a sentir como aumentaba de peso.
-Mira abuelo, se está despertando.
-Ay mi vida. Se la despertarías a un muerto.
En menos de un minuto, la tremenda polla de Fernando estaba en todo su esplendor. Juanita la hizo descansar sobre su cara, y se la cruzaba de lado a lado. La sentía caliente, palpitante. Se separó un poco para poder verla mejor.
-Wow, abuelo. Me encanta tu enorme polla.
Acercó la mano derecha y la agarró. Luego, la mano izquierda. Sobraba un trozo de polla. Empezó una suave paja, mientras Fernando entornaba sus ojos, gimiendo de placer.
Casi se le para el corazón cuando Juanita acercó su boca y le dio un beso en la punta.
-Aggggg Juanita… mi niña…
-Besar esta hermosura.
Juanita ardía. El coño le mojaba el pijama. Recordó algo que había visto en una película y que le encantó a un par de novios a los que se lo hizo. Soltó la polla y se puso de cuclillas. La enorme polla, por la edad y el tamaño, penduleaba hacia abajo. Llevó sus manos a sus muslos y las dejó allí, mientras, lentamente, pasaba su lengua a lo largo del tronco de la polla. Tenía a cabeza levantada y Fernando tenía una visión en primer plano de la cara de su nieta, de su lengua recorriendo su polla. Jamás, en su larga vida, había visto algo tan erótico y sensual.
Se equivocó. Lo que hizo seguidamente Juanita lo era aún más. Abrió su boca y empezó a chuparle la polla, con sus ojos clavados en los suyos. La gruesa polla distendía la boca de la muchacha, que aunque lo intentó, solo pudo meterse una pequeña parte de la dura estaca en la boca. Cuando empezó a subir y bajar su cabeza, mamado la polla, Fernando creyó estar en el cielo.
-Ummm Juanita… me vas a matar de placer.
Ella siguió con su lenta mamada, moviendo la lengua alrededor de la cabezota de la polla, chupando con fuerza. De vez en cuando se la sacaba y la recorría con la lengua, hasta llegar a los colgantes huevos. Deshacía el camino recorrido por el otro lado y seguía chupando.
Fernando, en pie. Juanita, casi sentada en el suelo delante de él, con la cabeza levantada, mamando lentamente su polla, mirándolo, sin dejar de mover su lengua alrededor del glande. El hombre no sólo veía los ojos, la dulce boca, los labios, la lengua. Más abajo sobresalían sus tetas, con los marcados pezones.
Las piernas de Fernando le flaqueaban. Era demasiada tensión.
-Mejor me siento, mi’jita.
Se movió hacia atrás, sacando la polla de la cálida boca y se sentó en el borde de la cama. Juanita, sin levantarse, se acercó y se puso entre sus piernas. Con la boca, buscó la polla y volvió a engullirla. Le encantaba sentir la boca así de llena. Llena de una gruesa polla. Le hubiese encantado poder tragársela más, metérsela más dentro de su boca, pero era imposible.
Puso sus manos en los muslos de su abuelo, volvió a clavar sus ojos en los del más que maduro hombre y empezó a mamar en serio, subiendo y bajando la cabeza, serpenteando con la lengua. Fueron largos minutos de intensa felación, que acercaron poco a poco al hombre al orgasmo.
-Agggg Juanita….para… que me vas a hacer correr.
Juanita no paró. Siguió mamando, lamiendo, chupando. El cuerpo de su abuelo se empezó a tensar. Estaba llegando al punto sin retorno.
-Ummmm Mi’jita… para… para…que… me… corro
No paró. Lo miró con ojos brillantes, y Fernando se dejó ir. Los dedos de los pies se le agarrotaron. Cerró con fuerza los de las manos. Apretó los dientes y estalló. Su polla empezó a tener espasmos, y cada espasmo de placer lanzaba dentro de la boca de Juanita espesa y caliente leche. No salía con fuerza. Manaba con tranquilidad, pero el placer era muy intenso.
Cuando Juanita notó que se acababa el orgasmo, llevó sus manos a la base de la polla y las subió, apretando, para sacar hasta la última gota de semen que hubiese.
Despacito, se sacó la polla de la boca, apretando los labios para que no se le escapase ni una sola gota. Generalmente, cuando estaba con un chico, no se solía tragar sus corridas. Pero con su abuelo era distinto. Lo deseaba.
Primero, abrió la boca para enseñársela. Le enseño como su lengua era una isla en un mar blanco. Cerró la boca, y fue tragando, despacito. Luego, se relamió y volvió a abrir la ahora vacía boca.
-Ummm, que rica lechita tiene mi abuelito – dijo, sonriendo
Fernando no podía ni hablar. Se limitó a sentir latir su vetusto corazón y aquella maravillosa mujer que le sonreía entre las piernas, su adorada nieta, la primera mujer que se bebía su semen.
-Abuelito…
-Dime, mi’jita.
-Me quema el coñito. Tu polla me pone muy caliente. Casi me corro cuando me empezaste a llenar la boca de esa rica leche.
-Levántate, preciosa.
Juanita obedeció, quedando de pie entre las piernas abiertas de Fernando. La recorrió la mirada.
-¿Puedo acariciarte?
-Claro, abuelo. Lo que quieras.
Llevó sus manos a sus redondas tetas, sobre el pijama. Las acaricio con dulzura, notando los duros pezones. Juanita se acercó a él, le cogió la cabeza y lo atrajo hacia ella. Fernando metió las manos por debajo de la blusa y las llevó a las desnudas tetas. Se estremeció al notar su dureza, su firmeza. Era una delicia pasar sus manos por ellas, apretarlas con suavidad entres sus dedos, pellizcar los duros pezones.
-Ummmm que bien sabes acariciar, abuelo.
No era impetuoso como los jóvenes con quienes salía Juanita. No le apretaba y sobaba las tetas con prisas. Iba con cuidado, despacito. El coño le palpitaba.
Cerró los ojos cuando sintió bajar una de las manos, que fue hacia atrás, hacia su culito y fue también acariciado con dulzura.
Se estremeció cuando lentamente, le fue bajando el pantaloncito del pijama, que cayó hasta los tobillos.
La manera en que él la miraba le llegó al alma. La miraba con devoción, con admiración. Ella misma se quitó la parte de arriba, quedando completamente desnuda ante su abuelo.
-¿Soy guapa, abuelo?
-Uf, eres la cosa más linda del mundo. Eres…perfecta.
-Bueno, me sobran unos gramitos aquí – dijo, apretando un pequeño michelín de la barriga.
-Quita, quita. No te sobra nada. Dichosa juventud que quiere parecerse a esas escuálidas modelos que ven en la tele.
Miró el pubis de su nieta. Casi depilado, sin pelos. Tan distinto del de su querida esposa, salvaje, a la antigua. Pero era hermoso. Recordó como olía la noche anterior. Ahora, deseaba saber cómo sabía.
-¿Sabes mi’jita? Hay algo que le encantaba que le hiciera a tu abuela, y a mí hacérselo.
-¿Qué cosa, abuelo? ¿Me lo harás a mí?
-Es lo que más deseo ahora. Acuéstate en la cama.
Juanita se lanzó, más que acostarse. Se tumbó en la cama, boca arriba, y abrió sus piernas. Fernando no pudo sino admirar aquel juvenil y hermoso sexo, abierto, mojado, sonrosado. Con sus manos, empezó a acariciarle los muslos, acercándose lentamente aquel atrayente coñito.
-¿Qué le hacías a la abuela que tanto le gustaba?
-Esto.
Fernando se acercó al coño, sacó la lengua y dio un lametón, de abajo a arriba. Juanita sintió como si una corriente eléctrica le atravesase el cuerpo.
-Agggggggggggg Abuelito…¿Es lo hacías a la abuela?
-Sí.
Él se acomodó, tumbándose boca abajo. Empezó a lamer los labios vaginales, a llenarse la boca con su exquisito sabor. Juanita llevó sus manos a su cabeza y empezó a acariciarlo, empujándolo con suavidad hacia ella.
-Ummmm que rico…así que la abuelita Carmen le gustaba que le comieras el coño.
-Ujummmm
Recorrió cada pliegue, cada centímetro. Lamió y chupó el clítoris. Se ayudaba de su nariz para frotarlo, estimularlo. No era la primera vez que le comían el coño a Juanita, pero desde luego, sí la mejor.
Los muchachos solían hacerlo con prisas, como preludio a una mamada o a un polvo. Su abuelo se tomaba su tiempo, iba con calma. Sentía la lengua hacer círculos alrededor de su clítoris, apenas rozándolo. La sentía penetrar en su vagina
-Aggg abuelito..que rico…me voy a correr en tu boca…
-Hazlo mi’jita. Dame todos tus ricos juguitos.
Juanita se empezó a tensar. Sus músculos se fueron agarrotando hasta que su espalda se separó de la cama, arqueándose. Empujó con fuerza la cara de su abuelo contra su coño y estalló, intensamente, mojándole la cara. Fernando buscó, ávido, esos olorosos y sabrosos jugos con su boca.
Si hubiese sido su esposa la que acababa de correrse en su boca, habría parado. o ella, con suavidad, lo hubiese separado de su sensible coño. Pero no era su esposa, sino su nieta. Y por lo que pasó la otra noche, siguió lamiéndola.
Ella siguió gimiendo, meneando las caderas, frotando su coño contra su cara, contra su boca, hasta que a los pocos minutos, volvió a correrse, con más intensidad.
-Agggggg abuelito…que… rico…
No hizo falta que se lo pidiese. Siguió, y siguió, incansable, haciéndola tener orgasmo tras orgasmo, cada uno más fuerte que el anterior, hasta que al quinto o sexto, Juanita tuvo el definitivo, el que la dejó sin visión, sin respiración, sumida en puro placer.
Su abuelo supo que ya era el momento de parar. Apartó la cara de donde había estado tantos minutos, y miró hacia arriba. Juanita estaba como dormida, con los ojos cerrados, una ligera sonrisa en los labios. Era una chiquilla tan hermosa.
La miró, sin hablar, durante unos minutos, hasta que ella empezó a reaccionar. Abrió sus ojos y lo miró.
-Abuelo. Jamás había sentido nada así. Gracias.
-Para mí ha sido un placer, mi’jita.
Se sentaron los dos en la cama, mirándose, riendo.
-Vaya dos – dijo Fernando.
-Jajaja. Sip.
Y entonces, de repente, Juanita se acercó y lo beso. En la boca. Un beso de mujer a hombre, no de nieta a abuelo. Llevó una mano a su polla, acariciándola.
-Ahora sí que no se va a levantar, Juanita.
-Bueno, puedo esperar. Seguro que mañana la levanto otra vez.
-Jajaja. Vas a mandar a tu abuelo a la tumba, chiquilla.
-Jajajaja, no creo.
++++++
Esa noche, Fernando se fue a la cama feliz, contento, pensando en la maravillosa mujercita que era su nieta. Pensó en como hubiese sido su vida si la hubiese encontrada de joven. No es que la vida con su amada Carmen hubiese sido mala, al contrario, pero nunca había conocido a una mujer como Juanita, tan sensual y erótica, tan llena de vida.
Generalmente, le costaba dormirse y ponía la radio. Esa noche no le hizo falta. Cerró los ojos y en seguida se durmió.
++++++
Sintió que alguien le tocaba el hombro.
-¿Eh? ¿Qué pasa?
-Abuelito, soy yo – oyó decir en voz baja a Juanita, en la oscuridad.
-¿Qué quieres, mi’jita?
-Es que…no podía dormir, abuelito.
-¿Te encuentras mal?
-No, mal no. Estoy..cachonda. ¿Me lo comes otra vez?
-Claro, preciosa. Ven aquí.
A oscuras, Juanita se subió en la cama, buscó el cuerpo de su abuelo y se puso sobre él, con las rodillas a cada lado de la cabeza. Lentamente fue bajando, hasta que a Fernando le llegó el intenso aroma de su excitado coño.
El hombre alargó las manos para acariciarla, y se dio cuenta de que estaba desnuda.
-Pero..Juanita… ¿Estás loca? ¿Y si se despiertan tus padres?
-Cómeme el coño, abuelito. Lo necesito.
Fernando no pudo seguir hablando. Juanita le puso el coño en la boca. Sólo pudo lamer, chupar, oyéndola gemir. Fue una lenta y sabrosa comida de coño, que hizo estremecer a la chica y tener varios orgasmos, apretándose las tetas, pellizcándose los pezones.
Al final, se quedó un rato tumbada junto a su abuelo. No habían encendido la luz.
-Te quiero mucho, abuelito – le dijo, acariciando su fláccida polla.
-Y yo a ti, Juanita.
-¿Crees que se pondrá en forma?
-No, no lo creo. Quizás mañana
-Ok. Tenemos una cita, pues. Hasta mañana.
En la oscuridad, se besaron. Juanita probó su sabor de los labios de su abuelo. Se levantó y se fue a dormir.
Los dos se durmieron enseguida.
+++++++
-¿Qué tal ayer? ¿Folla bien? – preguntó Luz.
-¿Folla bien quién?
-¿Quién va a ser? El chico con el que estuviste ayer follando por la tarde.
-No estuve follando con ningún chico. Estuve en casa, estudiando.
-Y yo que me lo creo. ¿No me lo vas a decir?
-No seas pesada, Luz.
-¿Fue con Juan? ¿Con Luis? O…¿Con alguien que no conozco?
-Fue con tu padre.
-Jajajaja. Ya le gustaría, ya. No te quita ojo cuando vas a casa.
-¿En serio?
-No me cambies de tema. Venga, cuenta, cuenta.
Estaba claro que no la iba a dejar, pero tampoco estaba dispuesta a contarle la verdad. Así que decidió ponerle los dientes largos.
-Está bien. Estuve con alguien. No lo conoces.
-¿Está bueno?
-Ummm, tiene su atractivo, sí.
-¿Que tal folla?
-Pues…no lo sé. Pero es el mejor comecoños que he conocido. Me hace derretir con su boca.
-Joder, que suerte, tía. Yo no consigo encontrar a un buen lamedor.
-Y….
-¿Y qué? No me dejes así.
-Su polla…
-¿Qué le pasa a su polla?
Juanita puso sus manos describiendo el tamaño de la polla.
-¿Quéee? No me lo creo – dijo Luz, con los ojos abiertos como platos.
-Uf, no puedo abarcarla con los dedos. Y Sólo me puedo meter la punta en la boca.
-Me lo tienes que presentar.
-Jajajaja. Ni loca. Me voy, que llego tarde a comer.
Salió corriendo, dejando a una estupefacta Luz tras ella.
++++++
Es tarde, Fernando no huyó de su nieta. Esperaba que llegase la hora de estar a solas con ella. Aunque no se le levantase, al menos podría comerle ese jugoso y tentador coñito. Podría darle placer.
Pero se le levantó. Con las caricias y los besos de Juanita, su polla se puso dura como una piedra. Los dos se desnudaron y formaron un 69 en la cama de Fernando.
Cuando él se corrió en la boca de su nieta y ella bebió con placer todo lo que él le dio, ella se había corrido ya varias veces sobre la cara de su abuelo, quien la siguió lamiendo hasta hacerla correr en ese último orgasmo que la dejaba sin fuerzas sobre la cama.
Y por la noche, la esperó despierto, regalándole otra placentera serie de orgasmos.`
++++++
-¿Quién es ese portento de la naturaleza?
-No insistas, Luz. No te lo voy a decir.
-Cabrona. Lo quieres solo para ti. Tremenda polla hay que compartirla con tu mejor amiga.
-Ja!
-¿Ya te la metió en el coño? ¿Qué se siente?
-No, aún no. Pero no tardará.
++++++
Después de comer, nieta y abuelo se echaban miraditas cómplices, esperando a quedarse solos y dar rienda suelta al placer.
Fernando estaba sorprendido. Se sentía excitado. Notaba que su polla estaba un poco dura, sólo con pensar en que en poco tiempo tendría a su preciosa nieta para él.
Se le puso dura del todo cuando Juanita se le acercó y le enseñó algo que tenía en un bolsillo. Un preservativo.
-¿Estás segura, mi’jita?
-Abuelito, ardo en deseos de que me llenes el coño con tu polla.
Nieta y abuelo esperaron a que los padres de Juanita se marcharan a trabajar. Estaban ansiosos, y Fernando, encantado. Cuando todo esto había comenzado, él creyó que fue por casualidad, pero dudaba de que a su edad y después de tanto tiempo sin sexo, su cuerpo ya no reaccionase.
Pero lo hizo. Y se dio cuenta de que cada día le costaba menos. Imaginó que el sexo era como montar en bicicleta. Que nunca se olvida. Aunque lo pensó mejor y se dijo que de bicicletas nada. Que todo era obra de su preciosa nieta. Que se le levantaría a un muerto, como en cierta manera, así había sido.
Y ahora, estaba esperando a quedarse solo con ella, para hacer el amor. Estaba como un chaval en su primera cita. Nervioso, expectante.
Por fin, su hijo y su nuera se marcharon, y se quedaron solos. No hizo más que oírse la puerta cerrarse, y Juanita se abalanzó sobre él y le empezó a sobar la polla sobre el pantalón.
-Ay, mi’jita. Espera un poco, que pueden volver.
-Abuelito, que me derrito. Llevo todo el día con el coño chorreando. Ummm, ya la tienes durita.
Estaban en el salón, en donde veían la tele cuando los demás se fueron. Juanita bajó la cremallera y con dificultad sacó la enorme polla de su abuelo.
-Cada día me gusta más tu polla, abuelo.
Se acurrucó a su lado, agachó la cabeza y empezó a darle besitos en la punta de la polla, subiendo y bajando una mano a lo largo del grueso tallo. Fernando miraba, atento a cualquier ruido, a la puerta principal, por si su hijo o su nuera aparecieran de repente. Tuvo que cerrar los ojos cuando sintió como su nieta se metía la polla en la boca y empezaba una lenta mamada.
-Aggggg y a mí me gusta cada vez más tu boquita.
La cabeza de la muchacha subía y bajaba lentamente. Le lengua serpenteaba alrededor de la gruesa verga.
-No te vayas a correr, ¿Eh?
-Uf, pues como sigas chupándomela así no respondo.
-Sólo un poquito más. Un poquito más.
Juanita siguió con su mamada. Estaba muy cachonda, imaginando lo que iba a sentir cuando aquella hermosa polla se metiera en su coño. Lo notaba mojado, casi palpitando de anhelo. Sin dejar de mamar, soltó la polla y llevó la mano hasta su coño, metiéndola por dentro de las bragas. Se corrió enseguida, resoplando con la boca llena de polla, teniendo espasmos sobre el sofá.
Se sacó la polla de la boca cuando aún su cuerpo estaba tenso. No quería arriesgarse a hacer correr a su abuelo, pues sabía que le sería muy difícil, si no imposible, que mantuviera la erección.
-Vamos a la cama abuelo. Quiero que me folles bien follada. ¿Tú lo deseas? ¿Deseas follarte a tu nietita?
-Mi’jita, me moriría feliz después de haberte follado.
-Jajaja. No quiero que te mueras, abuelito. Sólo que me folles con esta tremenda trompa.
Lo agarró por la polla y, polla en mano, lo llevó hasta el dormitorio de él. Se quedaron de pie, junto a la cama.
-¿Me desnudas, abuelo?
Con calma, Fernando fue quitando prenda a prenda. Y cada vez que le quitaba una, la besaba en la boca. Cuando la tuvo completamente desnuda, se separó un poco y la miro.
-Quién me iba a decir a mí que a estas alturas de mi vida tendría a una mujer como tú delante de mí, desnuda y…dispuesta a
-A que me folles bien, follada -dijo Juanita sin dejarlo terminar – Ahora me toca a mí.
Le quitó la camisa, le abrió el cinturón y le sacó los pantalones y los calzoncillos. Miró a su abuelo. No tenía el cuerpo de los jovencitos con los que solía salir. Sus carnes no eran prietas. Su vello era casi todo blando. Pero ningún joven la excitaba como su abuelo. Ningún joven que conocía tenía entre las piernas una polla tan preciosa y enorme como la que ella tenía en la mano.
Se arrodilló.
-Acaríciame la cara con tu polla, abuelito.
Eso le encantaba a los dos. A Fernando mirar como ella cerraba los ojos mientras le pasaba la polla por la frente, por las mejillas, por los labios. Le encantaba cuando la dejaba reposando sobre la cara de Juanita, cubriéndosela toda. Y a ella le volvía loca sentir su calor, su peso. Se metía uno a uno sus huevos en la boca. Lamía todo el tronco, acariciándolo con la lengua. La mayor parte del tiempo, sin usar las manos. Sólo con su lengua, con su boca. Ella, mientras, se acariciaba las tetas, se frotaba el clítoris. Y se corría de placer.
Pero ahora no estaban allí por una mamada. Estaban allí para que él se la follara.
-Siéntate al borde de la cama – pidió Juanita.
Cuando Frenando lo hizo, ella buscó en sus pantalones, que él había tirado en el suelo, y sacó el preservativo. Sonriéndole, lo abrió con los dientes y lo sacó del envoltorio.
-Agárrate la polla.
Fernando se la agarró, manteniéndola bien firme. Juanita puso el condón en la punta. Parecía un gorrito de varias tallas menor para aquella cabezota.
-Uf, creo que es pequeño – dijo Juanita.
-¿Sabes?
-Dime.
-Es el primer condón que me voy a poner.
-¿En serio?
-Sí.
No era el primer condón que Juanita ponía sobre una polla dura. Pero era el primero que ponía sobre una polla así. Empezó a tirar con los dedos, desenrollándolo. Le costaba mucho. La polla era demasiado gruesa para ese condón. Tiró con más fuerza, y sin querer, una de sus uñas lo rompió.
-Mierda – se quejó Juanita.
-Ops, parece que se ha roto. Dame otro y lo intento yo, que tengo las uñas más pequeñas.
-No tengo más.
-COÑO!
-Podría ir a la farmacia a por más.
Miró la hora. Las farmacias estaban cerradas y tendría que buscar la de guardia. No había tiempo. Miró a su abuelo. Miró la deseada polla.
-No importa. Fóllame a pelo.
-Pero…mi’jita. Soy viejo, pero mi pólvora todavía puede…estallar.
-Abuelito, no me voy a ir de aquí hasta que me claves la polla hasta el fondo de mi coño. Ya nos ocuparemos de lo demás después.
Decidida se levantó y se acostó en la cama. Abrió sus piernas y le mostró a su abuelo su precioso coño, mojado, brillante, anhelante. Se lo abrió con los dedos.
-No puedo más, abuelo. Fóllame…
¿Qué hombre en sus cabales se puede negar a semejante petición? Fernando no se negó. Sin importarle las posibles consecuencias, se puso entre las piernas de Juanita. Agarró su polla y la pasó de arriba a abajo a lo largo de su rajita. La chiquilla gimió de placer.
-Agggggg que caliente estoy…
-Juanita… te voy a follar.
-Siiiiiiiii siiiiiiiii siiiiiiiiiiiiii
Puso la gorda cabezota de su polla en la entrada de la vagina de Juanita. Se miraban a los ojos. Ella los tenía entornados. Respiraba por la boca. Estaba a la espera de sentir la invasión.
Él empezó a empujar. Entró la punta. Juanita apretó los dientes y cerró los ojos. Un empujón, y un poco más de polla se metió dentro de ella. Podía sentir como las paredes de su vagina se separaban para dar paso al enorme invasor, como se distendían rindiéndose.
Otro empujón. Juanita se arqueó sobre la cama. La vagina de la chica apretaba con fuerza la polla, transmitiéndole a Fernando un inmenso placer. El siguiente empellón consiguió meter media polla dentro del coño. Y consiguió hacer correr a Juanita, que apretaba con fuerza los dientes para no gritar.
Fernando no se paró. Siguió empujando, poco a poco, hasta que la punta de su polla topó con el fondo de la vagina de Juanita. Aún quedaban dos o tres cm. fuera. Se quedó quieto, mirando a su nieta.
Cuando su orgasmo cesó, Juanita abrió lentamente los ojos.
-Abuelo…como te siento. Jamás me había sentido tan llena. Parece que…mi coño vaya a reventar.
-¿Te duele, mi vida?
-Ummm no…Sólo siento… placer.
Fernando se agachó y la besó. Ella lo rodeó con sus brazos y con sus piernas, como temiendo que se escapara. Él no tenía la menor intención de escapar.
-Fóllame…fóllame…
Con exasperante lentitud, Fernando empezó a moverse. Sacaba un poco su polla y la volvía a clavar a fondo. Juanita se contorsionaba de placer bajo él.
-Aggg dios mío… que… placer…
Con los demás chicos, ella necesitaba que se la follaran con fuerza, metiendo y sacando sus pollas ron ritmo, mientras más rápido, mejor. Con su abuelo, no era así. El lento movimiento del hombre era suficiente para colmarla de placer. La enorme polla frotaba con fuerza las paredes de su vagina. Arrastraba su clítoris al entrar y al salir. El placer era tan intenso que Juanita volvió a correrse.
-Ummm agggg fóllameeee..así…
Y eso es lo que hizo su abuelo. Follársela sin parar, intensamente, pero con calma. Conocía la gran facilidad que su nieta para alcanzar el orgasmo, y se dedicó a mirarla correrse una y otra vez mientras la follaba. El placer que él mismo sentía también era maravilloso, pero se concentraba al máximo en no correrse. No quería que pasara ningún accidente del que luego se pudiesen arrepentir.
Los orgasmos de la chica eran cada vez más fuertes, más intensos, y Fernando sabía que tendría uno más intenso, más prolongado, el último antes de quedar agotada sobre la cama. La siguió penetrando, buscando ese último y definitivo orgasmo, con la esperanza de aguantar sin correrse.
Llegó. Juanita cerró los ojos. Su espalda de separó totalmente de la cama. Todos los músculos de su cuerpo se pusieron en tensión, impidiendo que respirara. Su vagina, empezó a tener fuertes espasmos. Durante largos segundos, Juanita estaba en otra dimensión, hasta que su cuerpo se quedó flojo, cayendo sobre la cama.
Volvió a respirar. Su cabeza estaba hacia un lado. No se movía salvo por el sube y baja de su pecho. Estaba… hermosa.
Fernando, con suavidad, retiró su polla. Cuando la sacó, Juanita gimió y se dio la vuelta, quedando encogida sobre la cama. Él se acostó a su lado. Juanita, sin abrir los ojos, se apoyó contra él, poniendo su cabeza sobre su pecho y rodeándolo con sus uno de sus brazos.
Pasaron un par de minutos, en silencio. Él le acariciaba el cabello.
-Abuelo. Jamás había sentido un placer así. Ha sido algo… tan intenso. Creí que me moría de gusto.
-Me ha encantado darte placer, mi vida. No es nada en comparación con lo que tú has hecho por mí.
Juanita fue consciente de algo.
-Abuelo… no te has corrido.
-Es que no pude. Tenía miedo.
Y era lo que más deseaba. Hacerle el amor de manera total a su amada nieta. De manera completa. Hasta el final. Hasta vaciarse dentro de ella.
Pero no pudo.
Juanita llevó la mano que rodeaba el pecho de su abuelo hacia su polla. Aunque había perdido un poco de su dureza, seguía siendo una poderosa herramienta. La empezó a acariciar y volvió a tomar su dura consistencia.
-Ahora déjame a mi darte placer, abuelito. Déjalo todo en mis manos. Y en mi boca.
Durante los siguientes 15 minutos, Juanita le hizo la mejor mamada de su vida, tanto para él como para ella. Se esmeró en darle el máximo placer, y cuando por fin Fernando se corrió, Juanita se bebió hasta la última gota de su abundante semen. Siguió chupando y lamiendo un rato más.
Volvieron a abrazarse, y se quedaron en la cama mucho rato, abrazados.
+++++++
Al día siguiente, Juanita entró en la facultad. Vio a lo lejos a Luz, sentada en la cafetería. Se acercó hacia ella, y cuando estaba cerca, fingió caminar con dificultad, con los muslos separados, como si estuviera escocida.
-Cabrona. No me digas que… – dijo Luz, al verla así.
-Ummmmm
-Ja’puta.
-Jajajaja.
-Cuenta. ¿AL fin te folló ese misterioso hombre?
-¿Que si me folló? Luz, jamás me había sentido, ni creo que me sentiré, tan llena de polla. Parecía que se me iba a salir por la boca.
-Uf.
-Sí, Uf. Casi me desmayo de placer.
-¿Cuándo me vas a presentar a esa maravilla?
-Nunca.
-Zorra. No te lo voy a robar.
-Jajaja. No insistas.
-Eres mala, Juana.
-¿Mala yo? jajajaja. Chao
Y la dejó allí, llena de preguntas, de curiosidad, preguntándose quién podía ser ese misterioso hombre. Tenía que saberlo. Tenía que saber quién era. Así que esperó a la hora de la salida a Juanita.
-Oye, Juanita. ¿Quedamos esta tarde?
-No puedo.
-¿Has quedado con él?
-Jajaja. Puede que sí. Puede que no.
-Que te den.
Luz vio como Juanita se alejaba. Y trazó su plan. Se apostaría en frente de su casa. Cuando Juanita saliese para verse con el hombre misterioso, la seguiría. Y si él venía a buscarla, lo vería. Así que después de comer, salió corriendo hacia la casa de Juanita. Sabía que sus padres salían sobre las cuatro, por lo que antes de esa hora no pasaría nada.
Se escondió y esperó. Esperó. Y siguió esperando. Juanita no bajaba. Y nadie sospechoso subió.
-«Esta jodía se está quedando conmigo» – pensó, mirando desde su escondrijo.
Cuando se cansó de esperar, se marchó. Ya cogería a esa mentirosa al día siguiente.
Justo en frente de ella, en la casa de Juanita, en la cama de su abuelo, su amiga estaba a cuatro patas sobre la cama. Fernando, detrás de ella, se la follaba, haciéndola gemir y correrse una y otra vez. Y esa vez, Fernando se corrió a gusto dentro del caliente coño de su nieta. Ella, previsora, había comprado una caja entera de condones extra grandes.
++++++
Con los brazos cruzados, Luz esperaba en la entrada de la facultad la llegada de Juanita. La vio llegar y la vio volver a hacer aquel gesto como de caminar con dificultad, riéndose. Esperó, seria, a que llegara.
-Hola Luz.
-Hola… mentirosa.
-¿Mentirosa?
-Sí, mentirosa. Sé que ese hombre no existe.
Juanita la miró, extrañada.
-¿Y eso? ¿Por qué te iba a engañar?
-No sé, dímelo tú. Pero lo que sí sé es que no existe. Estuve ayer por la tarde en frente de tu casa, esperando verte salir. Y nada.
Juanita se estremeció, pero no se le notó. Pensó con rapidez.
-Quizás no me viste salir.
-No saliste, cabrona.
-Ummm. Quizás salí por el garaje, para que nadie me viera salir de cosa. O…quizás…
-¿Qué?
-Quizás ese hombre misterioso sea un vecino de mi propio edificio.
Luz la miró, entornando los ojos, escrutándola.
-Que te den, niña. A mí ya no me la das. Si no quieres salir conmigo, me lo dices y en paz. Pero no te inventes hombres misteriosos de enorme polla. Adiós.
Se dio la vuelta y dejó a Juanita con la boca abierta. Juanita no pudo reprimir una carcajada, que hizo que Luz se diera la vuelta y le echara una gélida mirada.
Juanita rió con más ganas.
-«Pobre luz. Pero se lo tiene merecido».
Cuando, esa tarde, se lo contó todo a su abuelo, los dos se partieron de risa. Y más se rieron cuando Fernando le contó lo que se le había ocurrido.
++++++
Luz se tomaba un café, sola, en la cafetería de la facultad. Juanita apareció y se sentó a su lado.
-Hola Luz.
-Hola. ¿Otra tarde con tu maravilloso amigo imaginario?
-Sí.
-Ya está bien, ¿No? Vete a la mierda.
-Ven conmigo. Quiero enseñarte algo.
-¿Qué?
-Aquí no. Ven.
Juanita se levantó. Luz la siguió. Su curiosidad era más fuerte que su enfado. Las dos chicas fueron hasta un lugar solitario, en donde verían si alguien se acercaba.
-¿Y bien? ¿Qué me ibas a enseñar? – preguntó, con desdén, Luz.
Juanita, en plan misterioso, abrió su bolso y sacó su móvil. Apretó una serie de botones y se lo dio a Luz.
-Pulsa este botón.
En la pantalla del móvil había una foto de Juanita, de medio cuerpo, mirando a la cámara. Cuando Luz pulsó el botón, se percató de que era un video, no una foto
-Hola Luz – dijo la Juanita del video – Piensas que soy una mentirosa, y no lo soy. Te presento a mi hombre misterioso. Bueno, más bien, a mi polla misteriosa.
En ese momento, por la izquierda de la pantalla empezó a aparecer una enorme polla, que se acercó a la cara de Juanita. Solo se veía parte de la polla. Ninguna otra parte del hombre. Aún así, Luz se dio cuenta de que era una polla descomunal.
Cuando el día anterior Fernando le contó a su nieta lo que se le había ocurrido, Juanita no lo dudó un instante. Buscaron el ángulo preciso, hicieron un par de ensayos y grabaron el video. Juanita se arrodilló de perfil al teléfono, que había dejado sobre una mesa. La idea era que sólo se viese la polla, nada más, para que Luz no sospechase de nadie en concreto.
-¿Te parece esto una polla de mentira, inventada? – decía Juanita en el video, mirando a la cámara y por tanto a los ojos de Luz.
Luz, con los ojos como platos, miraba como Juanita empezaba a rozar aquel pollón con la cara, mirándola. Como la besaba. Cómo se agachaba, abría la boca y empezaba a chuparla. Levantó un momento la vista hacia la Juanita real, que sonreía.
-Mira la pantalla. Sólo me cabe la punta de la polla en la boca.
-Joder, Juanita. Vaya polla.
Volvió a mirar. La Juanita del video se esmeraba en chupar aquella maravilla. Parecía una película porno, y de las buenas.
-Bueno, Luz – dijo Juanita desde el móvil, sacándose la polla de la boca – Ya has visto bastante. Ahora me voy a tumbar en la cama para que me claven este pollón bien dentro del coño. Adiós.
El video terminó. Luz seguía mirando la pantalla, con la boca abierta. Juanita le quitó el móvil de las manos y lo guardó en el bolso.
-Nunca más me llames mentirosa.
-No… nunca más. Joder. Juanita.
Se dio la vuelta y se fue a clase, dejando a una congelada Luz mirar cómo se iba. Cuando reaccionó, Luz no fue a su clase. Fue directamente a uno de los baños. Se encerró, se bajó los vaqueros, las bragas y se hizo una intensa paja recordando la inmensa polla que su amiga mamaba en el video que acababa de ver. Si hubiese habido alguien más en el baño, la hubiesen oído gemir de placer cuando se corrió.
-«Necesito esa polla. Joder» – pensó Luz subiéndose los pantalones.
++++++
Sobre las cuatro de la tarde, justo antes de que los padres de Juanita se marcharan, sonó el timbre. La madre fue a abrir.
-Hola Luz.
-¿Está Juanita?
-Sí, pasa. Está en el salón, viendo la tele.
Los padres aprovecharon y se marcharon, cerrando la puerta. Luz se acercó al salón. Juanita estaba allí con su abuelo.
-Hola Juanita. Tu madre me dijo que pasara. Hola, don Fernando.
-Hola Luz – saludó el hombre, mirando a la chica. En verdad, un bombón de mujer.
Juanita aprovechó para encararse con Luz.
-¿Has venido a disculparte?
-¿Eh? ¿Disculparme? ¿Por?
-¿Cómo por? Por lo del otro día con mi abuelo.
-Ah, eso.
Luz ni se acordaba de aquello. Aún no entendía por qué Juanita se había enfadado tanto. Sólo fue una broma, algo sin malicia alguna. Pero ya que estaba allí, se giró hacia el abuelo de Juanita.
-Don Fernando, siento lo del otro día. No fue mi intención ofenderle. Le ruego que me perdone.
Juanita la miró, asombrada. Parecía que lo tenía ensayado. Fernando también la miró. Al principio, en el primer momento, se había sentido ofendido. Pero después, gracias a aquella pregunta, había surgido todo con Juanita.
-Está bien – contesto – olvidado.
Luz se giró de nuevo hacia Juanita, ignorando a Fernando. Él aprovechó para mirarla. Alta, morena, con aquellos vaqueros que resaltaban su figura. Deseaba que se diera la vuelta para poder mirarle el magnífico culo, sin duda, lo mejor de la chica.
-¿Podemos hablar? – dijo Luz dirigiéndose a su amiga.
-Dime
-No, aquí no. En… privado
-Vamos a mi cuarto.
Cuando las chicas se alejaron, Fernando pudo contemplar a placer aquel soberbio trasero, redondito, respingón, que se mecía al son de sus caderas. Notó que la polla se le empezaba a poner dura
-«Joder. Hace unos días estabas muerta y ahora te estás volviendo una descarada» – se dijo para sus adentros, sonriendo.
Se quedó en el salón esperando. Juanita y Luz volvieron a los 10 minutos.
-Bueno, no te prometo nada, Luz. Ya veremos.
-Vale. Dime algo pronto, ¿Eh?. Me voy. Hasta la vista, don Fernando.
-Adiós, Luz.
Juanita la acompañó a la puerta, cosa que aprovechó Fernando pare volver a recrearse en su culito. Incluso se acarició la polla por encima del pantalón.
Oyó cerrar la puerta y luego pasos a la carrera. Era Juanita, que venía corriendo. Se lanzó sobre él, sentándose a su lado y llevando la mano directamente a su polla.
-Vaya, abuelito. Ya la tienes dura. ¿Es por mí?
-Claro que es por ti, mi’jita.
Juanita le bajó la cremallera y le sacó la hermosa polla. Empezó una suave paja.
-¿Seguro? Me fijé en como mirabas a Luz. No le quitaste ojo de encima.
-Bueno, es una chica hermosa.
-¿Te gustaría follártela?
Su polla contestó por él, poniéndose más rígida en la mano de Juanita.
-¿Sabes a que vino? A suplicarme que le presente al hombre misterioso. Me dijo que esta mañana, después de ver el video, tuvo que hacerse un pajote en el baño. Que tiene el coño empapado desde entonces y que no se saca esa polla de la cabeza.
Juanita se agachó y empezó a chuparla, pasando la lengua alrededor de la punta.
-Ummm mi’jita.
-Dime abuelito. ¿Te gustaría follarte a Luz?
-Aggg ¿Te molestaría que lo hiciera?
-Claro que no, tonto. Me encantará ver cómo le clavas tu enorme polla en su coño
-Pues…sí, quiero follarme a tu amiga.
Fernando cerró los ojos y se imaginó a aquella preciosa chica desnuda, ofrecida. Se imaginó acariciando y besando su tentador culito. Y mientras gemía, imaginándolo, sentía la boca de Juanita subir y bajar por su polla.
La idea y la boca de su nieta fueron demasiado, y se empezó a correr en la boca de Juanita, cogiéndola por sorpresa. Pero ella se repuso rápido y se tragó con gusto el abundante semen que su abuelo de echó en la boca.
Como compensación, Juanita quiso una buena comida de coño. Fue más que satisfecha, corriéndose sin parar contra la experta boca de su abuelo.
Después de descansar, se pusieron a hablar.
-Parece que la idea de follarte a Luz te puso muy caliente. Te corriste rápido.
-Sí, lo siento.
-¿Qué te gusta de ella?
Fernando se lo contó y se pusieron a planear como lo harían. Se pusieron de acuerdo en un plan.
-Abuelo, se te está poniendo dura otra vez! Luz te pone, ¿eh?
-Uf, parece que sí.
-Yo también estoy cachonda otra vez. Fóllame, abuelito.
Le puso un condón, se puso a cuatro patas sobre el sofá, con las piernas hacia afuera. Fernando, de pié, se puso detrás de ella y le clavó la polla hasta hacer fondo. La sensación de ir metiendo su polla y notando como las paredes vaginales se abrían para dejarle paso era algo que no se cansaría nunca de sentir. La agarró por las caderas y empezó a follarse a su querida y caliente nieta.
Miraba como su polla distendía el coño, como cuando se la sacaba arrastraba la piel, y como cuando se la metía, la arrastraba hacia el lado contrario
Juanita gemía de placer sintiéndose así de llena. Llena de polla.
-Llámala y díselo.
-¿A Luz?
-Sí.
La chica alargó la mano, buscando su móvil en el bolsillo de su pantalón, tirado sobre el sofá. Lo cogió y marcó el nº de su amiga.
-¿Juanita?
-Ummm, Sí..hola Luz.
-¿Hablaste con él?
-Sí… estoy en su casa, y me está…aggggg me está follando Luz. Me está llenando el coño con su enorme polla.
-Joder… ¿Tienes su polla en tu coño?
-Uf, sí Luz. La mete… agggggg y…la saca… despacito.
Luz estaba en su casa, en su habitación. Oír a su amiga gemir mientras era follada la puso tan caliente que se empezó a masturbar mientras la oía. Ni siquiera se quitó el pantalón. Sólo lo desabrochó y se lo bajó un poco. Las bragas, se las dejó.
-Agggg..Luz…creo que….me voy a …correr…Su polla no deja de…follarmeeeee.
Oyendo como Juanita se corría, Luz también se corrió, cerrando con fuerza sus muslos alrededor de la mano que frotaba su coño. Oyó los gemidos y suspiros de su amiga, y luego como decía.
-No pares…Fóllame más. No dejes de clavarme esa polla
Eran amigas, y se lo contaban casi todo. Juanita le había dicho que solía correrse muchas veces si se la follaban bien follada. Y ahora lo estaba comprobando. Con los ojos cerrados, sus dedos frotando su coño, oyó como Juanita se corría una y otra vez.
-¿Qué dijo? – preguntó Luz después de uno de los orgasmos de Juanita.
-Dice…que….te conoce de vista. Que le gustas mucho…aggggg.
-¿Eso dijo?
-Sí…dijo que quiere… follarte, Luz. Quiere clavarte la polla en el coño, Luz. Quiere que le hagas una buena mamada, Luz.
-Ummm Juanita…me estoy haciendo una paja oyéndote.
-Lo sé, Luz. Oigo como gimes. Pero..hay una condición.
-¿Condición? ¿Qué condición?
-Me dijo que le encanta tu culito. Que es lo que más le gusta de ti, Luz. Y que sólo te follará si le dejas…aggggg…clavarte….agggggg ….la polla….ummmmm en el culoooo.
Ese fue el último orgasmo de Juanita, el que la dejaba sin fuerzas. Luz la oyó gemir y después, durante un rato, sólo su respiración por el auricular. Al fin, volvió a hablar.
-¿Qué, Luz? ¿Quieres que te folle bien follada como me ha follado a mí?
Luz no era virgen en ningún sentido. Había tenido sexo anal varias veces, algunas bastante placenteras. Pero siembre había sido con pollas normales, no aquella enorme cosa que tenía el hombre misterioso.
-Sí, coño, claro que quiero.
-¿Estás dispuesta a dejarte follar el culito?
-Joder…sí. Necesito esa polla.
-Bueno, ya hablaremos. Ahora voy a hacerle una merecida mamada, que él aún no se ha corrido.
Colgó.
Luz, en su cama, volvió a masturbarse hasta correrse otra vez. Al fin iba a sentir aquella polla dentro. Aunque eso significase que le rompieran el culo.
Aunque Juanita lo intentó, no consiguió que su abuelo se volviera a correr.
-Déjalo, mi’jita. No se puede luchar contra la naturaleza.
++++++++
A la mañana siguiente, Luz esperaba a Juanita. Estaba nerviosa.
-Hola Juanita.
-Hola Luz.
-Qué fuerte lo de ayer, ¿Eh?
-Jajaja. Sip. Mi abuelo esta tarde no va a estar en casa, así que he hablado con quien ya sabes y nos veremos en mi casa, sobre las 4:15. ¿Quieres… venir?
Los lindos ojos de Luz se iluminaron.
-Uf, claro que sí.
-¿Recuerdas la condición, no?
-La recuerdo – respondió la chica poniendo una de sus manos en su culo, como tapando la entrada.
-Jajaja. No te preocupes, mujer. Que es un caballero y no te hará daño.
-Pero es que la tiene tan gorda.
Juanita se acercó y le susurró al oído.
-No veas cómo se le puso cuando le dije que aceptabas. Dice que arde en deseos de… llenarte el culito de polla, que nunca le ha dado por el culo a una preciosidad como tú.
Luz se estremeció toda. Deseo y miedo a la vez. Ganaba el deseo.
-Entonces quedamos esta tarde. Vente sobre las 4:20, ¿Ok?
-Vale. Joder, estoy deseando tener esa polla en mis manos.
-No la vas a tener sólo en las manos. Jajajaja
-Cabrona.
-Hasta luego, guapa.
+++++++++
A las 4, los padres de Juanita se fueron, y ella y su abuelo empezaron a prepararlo todo. Condones, crema lubricante… Se fueron al salón, Juanita le sacó la ya dura polla y empezó a hacerle una paja, lenta, para mantenerlo excitado.
Sentada a su lado, con la cabeza apoyada en su hombro, subía y bajaba su mano a lo largo del grueso tallo. Fernando estaba tan cachondo por lo que iba a pasar que de la punta de su polla salía líquido pre seminal, que Juanita repartía luego con el pulgar.
-Uf, abuelo, nunca la habías tenido tan dura.
-Estoy muy excitado, mi’jita.
-Se nota, se nota.
Iba a tener a dos preciosa jovencitas para él solito. Jamás pensó que le pasaría algo así, y menos a su edad. Nada menos que dos preciosidades a las que dar placer y de las que recibirlo. Y además, poder follarse el precioso culito de Luz. Iba a ser el primer culito que se follaba.
A las 4:20 en punto sonó el timbre.
-Bueno, abuelo, vete a tu cuarto.
-Voy mi’jita
Juanita fue a abrirle a Luz.
-Qué puntual. Pasa.
-Estoy que me derrito
-Ven conmigo.
Luz la siguió hasta el salón.
-¿Ya llegó?
-Sí, nos espera en mi cuarto.
-Joder. Si hasta me tiemblan las piernas.
-Jajaja, Luz. Ni que fuera la primera vez que te van a follar.
-Me siento casi como la primera vez.
Juanita cogió algo del sofá. Parecía un paño negro.
-Te voy a vendar los ojos, Luz.
-¿Y eso?
-Son sus deseos.
-Pero yo quiero verlo.
-Lo verás, te lo aseguro.
-Está bien.
Juanita se puso detrás de Luz y le vendó los ojos, asegurándose de que no veía nada. La cogió de una mano y la guió hasta donde las esperaba Fernando.
Entraron en la habitación y cerraron la puerta.
-Bien, ya estamos aquí – dijo Juanita.
Luz tenía los sentidos restantes alerta. Oyó claramente la respiración de él. Sus pezones se endurecieron, haciéndose visibles tras la camisa. Su coño empezó a palpitar.
-Arrodíllate, Luz – ordenó Juanita – Pon las manos a tu espalda.
Obedeció. Se arrodilló y oyó pasos. Él se acercaba. El corazón latía, desbocado, en su pecho.
Casi pudo sentir el calor del cuerpo del hombre misterioso. Y lo primero que notó fue el olor de su polla. Instantes después, algo rozó sus labios. Era la polla. Casi se corre.
El hombre empezó a pasarla aquella polla por la cara, acariciándola. Sentía su suavidad, su calor, su peso, su olor.
-Chúpale la polla, Luz
Abrió la boca y empezó a mamar. Pudo sentir con la boca el calibre de aquel pollón. Como Juanita, sólo pudo meterse un poco más de la punta. Quería tocarla con las manos, apretarla. Llevó las manos hacia ella, pero Juanita se lo impidió.
-Por ahora, nada de manos.
El hombre se movía lentamente hacia adelante y hacia atrás, follándole la boca. Lo oyó gemir. A su lado, Juanita miraba la erótica imagen que tenía delante. Luz, su amiga, con los ojos vendados, vestida, arrodillada y con la enorme polla de su abuelo en la boca.
Juanita miró a su abuelo, que gozaba de la mamada de Luz. Se sonrieron y ella movió la cabeza, asintiendo. Había llegado la hora.
-Como ves, Luz, la respuesta es sí. Aún se me levanta la polla.
Luz se quedó petrificada. Reconoció la voz. Pero no podía ser. Era la voz del abuelo de Juanita.
-Quítate la venda, Luz – dijo Juanita.
Cuando sus ojos pudieron ver, delante de ella, con una enorme polla saliendo de su pantalón, estaba, sonriente, Fernando. Giró la cabeza y miró a Juanita, que también, sonriente, la miraba.
-¿Te gusta la polla de mi abuelo, Luz?
Juanita se acercó y se arrodilló al lado de la otra chica, que aún seguía sin articular palabra. Juanita la cogió una mano y la llevó hasta la polla. Luz la agarró.
-Uf, que dura está. Y que…grande.
-Chúpala Luz. Mámale la polla a mi abuelo.
Sin soltarla, Luz acercó su boca y volvió a chuparla. Juanita miraba ahora la escena en primer plano. Acercó su boca y empezó a lamer la parte del tronco libre. Luz la soltó y Juanita pudo chupar a gusto, bajando y subiendo a lo largo de la polla.
Fernando no se creía la suerte que tenía. Dos preciosas mujeres, arrodilladas delante de él y chupándole la polla. El placer físico se mezclaba con el psicológico, llevándole poco a poco al éxtasis. Luz le miraba, con una expresión en los ojos de admiración, con la boca abierta al máximo, tragándose la punta de su polla. Juanita, pasaba la lengua arriba y abajo, llegando casi hasta la boca de Luz.
Una de las veces, llegó.
-Déjamela un poquito – dijo
Luz se la sacó de la boca y Juanita se la metió. Luz lamió como Juanita hiciera antes. Fernando, maravillado, sólo gemía.
Las chicas se fueron intercambiando la polla. Una mamaba mientras la otra lamía. Fernando agarró con suavidad sus cabezas.
-Ahora, las dos a la vez.
Aquello no lo iba a aguantar mucho. Las dos bocas en la punta de su polla, las dos lenguas. Juanita y Luz llegaban incluso a lamerse la una a la otra. Eso excitó aún más a Fernando.
-Ummmm que lindas sois. Mi’jita… ¿Le das un besito a Luz?
Ella se miraron. Tenías los labios brillantes por sus salivas. Acercaron sus bocas y empezaron a besarse, tiernamente, eróticamente. La polla rozaba sus mejillas. Fernando notó que estaba a punto de correrse. Le hubiese encantado hacerlo sobre aquellas dos preciosas caritas, verlas relamerse luego su semen la una a la otra, pero temía que si se corría, su polla perdiese su dureza. Así que se separó y se sentó en la cama. Las chicas seguían besándose.
-Quítense la ropa – pidió.
Verlas desnudarse la una a la otra fue algo que no olvidaría el resto de su vida. Su polla no dejaba de palpitar. Cuando las dos estuvieron desnudas, Juanita lo miró.
-¿A quién de vas a follar primero, abuelo?
-¿Las invitadas primero, no? – dijo Luz.
Entre las dos terminaron de desnudar al Fernando. Luz no apartaba la vista de la enorme polla que se la iba a follar. Y que la iba a encular.
-Está bien, abuelo. Fóllatela primero a ella.
Luz casi salta de alegría. Se subió en la cama, se tumbó boca arriba y abrió las piernas.
-Venga Fernando. Clávame esa maravilla de una vez.
-¿Haces los honores, Juanita? – dijo Fernando a su nieta.
Juanita cogió un condón y diestramente encapuchó la soberbia polla, la cogió y la dirigió a la entrada del coño de su amiga. Le pasó la gruesa cabezota arriba y abajo, haciéndola gemir.
-Fóllatela abuelo. Llénale el coño de polla.
Lentamente. Fernando fue dejándose caer sobre Luz, haciendo que su polla se abriese paso en su mojada y caliente vagina. La chica, como hizo Juanita la primera vez, cerró los ojos al sentir como aquella enormidad empezaba a llenarla. Y como pasara con Juanita, la polla topó con el fondo del coño antes de entrar del todo.
-Aggggggggggg que..polla….parece que ..se me vaya a..salir…por la ..boca.
Comenzó la follada. Como siempre, lenta, pausada, pero intensa. Luz sentía como la polla frotaba con fuerza las paredes de su vagina, a pesar de que jamás había estado tan lubricada.
Juanita miraba, acariciándose el coño. Veía la polla entrar y salir del coño de Luz. Veía su cara llena de placer. Y veía cómo su abuelo miraba a su amiga. Se agachó y la beso. Luz le devolvió el beso, juntando sus bocas, entrelazando sus lenguas.
A pesar de que Luz era tan echada para adelante, tan escandalosa a veces, en el sexo era muy tranquila a la hora de correrse. Nunca gritaba. Casi ni gemía. Sólo se ponía tensa, con los ojos en blanco mientras su cuerpo se contorsionaba de placer.
Así la vio Juanita, con los dientes apretados, las manos aferradas a las sábanas, corriéndose en un prolongado orgasmo. Fernando también se dio cuenta de que Luz se estaba corriendo por como los músculos de su vagina se contraían con fuerza alrededor de su polla. Se concentró en no vaciarse dentro de ella. A duras penas, lo consiguió.
Cuando Luz se relajó, Fernando poco a poco le sacó la polla del coño. La chica no reaccionaba. Estaba como ida.
-Ahora me toca a mí, abuelo. Fóllame a mí también.
-Ay, mi’jita. Ya no soy un chaval. Necesito descansar.
-De eso nada.
Juanita hizo que su abuelo se tumbara en la cama, boca arriba, al lado de Luz. Lo montó, agarró la polla y se sentó sobre ella, clavándola hasta el fondo de su coño. Nunca se cansaría de la sensación de la primera embestida, cuando la polla de su abuelo separa las paredes vaginales llenándola de dura carne.
Con los ojos cerrados, Juanita empezó a moverse, a rotar sus caderas buscando aún mas roce. Su clítoris se frotaba contra la base de la polla. Gemía de placer. Gemidos que aumentaron cuando su abuelo empezó a acariciarle las tetas con las dos manos.
-Aggg abuelito, nunca me cansaré de tu polla. Ummmm como te siento.
Luz se fue reponiendo. Miró la morbosa escena de la nieta montando a su abuelo, siendo follada por la polla que casi la mata de placer. Se incorporó un poco para no perderse detalle. Juanita estaba hermosa. Su cabello alborotado, los ojos cerrados, los labios resecos. Ella no se corría tan seguida como Juanita, pero se excitaba rápido.
Se tocó el coño, notándolo distendido por la tremenda verga que le habían metido. Se acarició mirando como Juanita se movía sensualmente, con la cabeza levantada hacia el techo. Miró a Fernando, me acariciaba las tetas de su nieta, y la miraba con cara de placer.
Luz se levantó y se puso sobre el hombre, con las rodillas a cada lado de su cara, mirando hacia Juanita. Acercó su coño a la boca de Fernando y se estremeció de placer al sentir la lengua lamerla.
-Ummmmm eso es, Fernando, cómeme el coño.
Juanita miró hacia ella. Las dos mujeres se miraron a los ojos. Las dos con el placer que estaban sintiendo reflejado en la cara. Se acercaron la una a la otra, hasta que sus bocas casi se rozaban.
-¿Te gusta mi abuelito, Luz? Si no es por ti, no habríamos descubierto su polla.
-Me encanta su polla, Juanita.
No pudieron seguir hablando. Sus bocas se juntaron y empezaron a besarse. Primero con suavidad, pero enseguida con pasión, abriendo las bocas, invadiéndolas con sus lenguas,
El primer orgasmo de Juanita la hizo estremecer, gemir en la boca de Luz. Y el siguiente fue igualmente amortiguado en la boca de su amiga. Todos menos el último, ese definitivo. Luz no pudo amortiguarlo porque ella también se estaba corriendo mientras Fernando tenía su clítoris atrapado entre sus labios, aunque tuvo que abrir la boca para poder beber los abundantes jugos que Luz destiló sobre él.
Las dos chicas, abrazadas, cayeron hacia un lado de la cama. Respirando hondo, agitadamente. Felices. Igual de feliz que Fernando, que se incorporó para poder admirarlas.
Sus bellos cuerpos. Y se fijó en el precioso culito de Luz. Si era bello ceñido en los pantalones, así, desnudo, era una obra de arte. Su polla, aún enfundada en el condón, palpitaba sobre su barriga.
A los pocos minutos, las chicas empezaron a reaccionar.
-Ummm Luz…mi abuelito no se ha corrido. Mira su pollita como está. ¿Me ayudas a vaciarle la pollita?
-¿Pollita? Juanita, pero si es el pollón más hermoso del mundo.
Juanita le quitó el condón. Las dos chicas se acurrucaron entre las piernas de Fernando y se la empezaron a chupar. Una la cabezota y otra uno de los huevos. Una subía hacia la punta mientras la otra bajaba hasta la base. Y Fernando, mirándolas. Aquello era placer con mayúsculas.
Empezó a gemir, cada vez más próximo al orgasmo. Deseaba ver como las dos chicas compartían su corrida, como besaban su polla mientras ésta se vaciaba en sus labios.
De repente, Luz se paró.
-¿Qué hay del trato? -dijo.
-¿Qué trato? – preguntó Juanita.
-Mi culito. Me dijiste que tu abuelo deseaba mi culito.
Fernando la miró. Claro que lo deseaba, pero no quería hacerle daño a la bella joven.
-No hace falta, Luz – dijo – Me estáis matando de placer con vuestras boquitas.
-Un trato es un trato, Fernando.
-¿Estás segura?
-Uf… asustada… pero…joder… también quiero saber lo que se siente al estar ensarta así.
La polla de Fernando se puso más rígida. El corazón se le aceleró un poco más.
-¿Quieres follarme el culito, Fernando? ¿Quieres rompérmelo con tu polla?
-Uf, claro que quiero.
-Pues venga, antes de que me arrepienta.
Se dio la vuelta, poniendo el culo en pompa. Fernando no se pudo resistir a acariciarlo. Suave, cálido, redondito. Acercó su boca y besó las nalgas.
Luz gimió. De placer y de miedo.
-Mi’jita. Tráeme la crema.
-Sí abuelo.
Juanita también quería verlo. Aquello iba a ser algo grandioso.
Con delicadeza, Fernando empezó a ponerle crema en el ano a Luz. Empezó a meter un dedo, luego dos, y finalmente, tres, dilatando, distendiendo.
Después, se untó bien la polla con más crema. Cuando todo estuvo listo, se arrodilló detrás de Luz.
-¿Lista?
-Uf, no. Pero empieza.
Sentada al lado de Luz, Juanita vio como su abuelo acercaba su polla al culo de Luz. Como ponía la cabezota contra el pequeño orificio.
-«No va a entrar» – pensó.
Fernando apretó. Y para asombro de todos, la punta de la polla entró.
-Agggggggggggg – se quejó Luz.
-¿Te duele?
-Un poco…pero… no la saques. Espera un poco.
Durante unos segundos, no hubo movimientos. Luz se acostumbraba al grosor, relajando el esfínter.
-Ahora…métela…despacito.
Agarrado a las caderas de la chica, Fernando empezó a empujar. La polla entraba poco a poco, ayudada por la crema. Luz apretaba los dientes, intentando no quejarse de dolor. Un dolor soportable.
La polla siguió entrando, entrando, hasta que los muslos de Fernando chocaron contra las nalgas de Luz. Era la primera vez que Fernando metía toda su polla dentro de una mujer. La primera vez que la metía en el culito de una mujer.
-Joder, Luz. Te ha clavado todo su pollón en el culo. – dijo, admirada, Juanita.
-Lo…sé… Agggg..no te muevas aún. Deja que me acostumbre.
Se concentró en relajar los músculos. El dolor empezó a ceder, y el placer a aumentar.
-Ummmm uf…como te siento, Fernando. No te muevas…déjame a mí.
El hombre se quedó quieto. Luz, muy despacito, empezó a moverse hacia adelante, haciendo que la polla saliese de su encierro. La sacó más o menos hasta la mitad. Y empujó en el sentido contrario, volviendo a clavársela toda.
-Agggggggg cómo me llenas. ¿Te gusta Fernando? ¿Te gusta darme por el culo?
-Sí,…uf..Luz…que apretadita estas.
Ella empezó a moverse más deprisa. La polla entraba y salía, transmitiendo un intenso placer a los dos. Incluso Juanita, que se masturbaba mirando, gemía de placer.
-Así…fóllame…encúlame….mátame con tu polla…agggggggggggg
Ahora fue Fernando, asiéndola firmemente por las caderas, el que se movió, follándola, enculándola a placer. Luz llevó una mano hasta su coño y se pajeó sintiendo como la polla entraba y salía de ella cada vez más deprisa.
-Aggg Luz…no puedo..más… me voy a correr….
-Síiiiiiiiiii siiiiiiiiiiiiii dame tu leche…lléname el culito de lecheeeeeeeeeeee.
En el interior de su cuerpo, Luz lo sintió. Primero, en su ano, que notó como la polla tenía como un espasmo. Instantes después, el calor repentino del semen. Luz, en silencio, empezó a correrse.
Los dos cuerpos parecían uno solo, gozando al unísono, pero fueron acompañados por los gemidos de Juanita, que también se estaba corriendo.
Luz cayó hacia adelante. Fernando, agotado, cayó a su lado. Y al otro lado, Juanita.
El hombre quedó entre las dos mujeres. Ninguno decía nada. Ninguno se movía. Cuando las chicas pudieron moverse, se acurrucaron contra aquel hombre que tanto placer las había dado. Colocaron sus cabezas sobre el pecho de Fernando, una a cada lado. Él las rodeó con sus brazos.
Luz acercó su cara y besó la mejilla de Fernando. Él la miró y la besó en la boca. Giró la cabeza y besó a Juanita.
++++++++
Cuando al día siguiente las dos chicas se encontraron en la facultad, las dos se pusieron a caminar con las piernas separas, como escocidas. Rompieron en una sonora carcajada.
Luz miró a un lado. Luego al otro. Sacó algo de su bolsillo. Algo envuelto en platina.
-Mira lo que le quité a mi padre – dijo
Juanita abrió el paquetito. Dentro, varias pastillas azules.
-¿Qué es?
-Viagra.
FIN
Genial, sin palabras.. que placer
BUENO LARGO PERO BUENO CON OTRO IGUAL LA GLORIA
En esta época del año me pongo activo 100%, en estos últimos días he leido decenas de relatos pero este es inmejorable.Me he corrido dos veces mientra lo leía, me hubiera encantado gozar del abuelo y de las chicas aunque prefiero a los abuelos con grandes pollas.Mi mayor placer sería una gran orgía con abuelos de buen ver y con grandes pollas disfrutar de ellos insaciblemente durante horas y repetir cada día.¡¡¡¡¡ joder solo de pensarlo se me pone otra vez dura como un piedra!!!!
De lo mejorcito, enhorabuena.